Marco Rubio: filósofo de la libertad
La esencia del proyecto de libertad defendido por Rubio, que por demás no tiene nada de original y novedoso, es entender este en el sentido de democracia burguesa y libertades burguesas, presentadas como libertad de religión, expresión, etc...
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Marco Rubio: filósofo de la libertad.
Este 2 de septiembre, en el lujoso Biltmore Hotel de Miami Florida, se realizó un acto donde se le entregó el premio Lech Walesa a la operadora anticubana Berta Soler, líder de la organización contrarrevolucionaria Damas de Blanco.
Walesa, fundador del famoso sindicato Solidaridad, generosamente financiado por la CIA, fue una figura clave en el derrumbe del gobierno socialista en Polonia en la década del 80 del siglo XX. Aunque, siendo fieles a la verdad histórica, la operación Walesa solo catalizó las fracturas e insuficiencias que el proyecto del socialismo polaco nunca logró resolver.
Al darle este premio a Berta Soler y, por transitividad, a su formación, los organizadores del Premio sin duda le desean el mismo éxito que tuvo Walesa en impulsar los mejores intereses de la CIA en su país y en Europa Oriental. La actividad contó, como orador central e invitado de lujo, con el Secretario del Departamento de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, el cual pronunció una larga intervención, abundando en las virtudes cívicas de la homenajeada y su ejemplo en la lucha contra el terrible comunismo que aqueja a Cuba.
Dentro de los numerosos momentos y pasajes que abundan en esta excelsa pieza oratoria, quisiera detenerme en uno en particular, que considero ilustra con extrema claridad las ideas “filosóficas” del actual Secretario de Estado. Y es que, en un momento de su intervención, el alto funcionario se revela como todo un filósofo con una acabada idea de la libertad (burguesa) y con una reduccionista (y burguesa) explicación de la historia humana. Conviene detenerse en estos pasajes, dado su alto valor explicativo para entender la perspectiva del mundo que determina las acciones de los que llevan las riendas del actual hegemón internacional.
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Para confrontar con las ideas expuestas, resulta útil copiar en extenso el fragmento de su exposición sobre el tema:
“La libertad no es en realidad un instinto natural del ser humano. Si pensamos y estudiamos la historia, casi toda la historia de la humanidad ha estado marcada por la opresión. Hasta hace apenas un par de siglos, pocas personas tenían la posibilidad de elegir quién las gobernaba. Así que, si observamos el curso de la historia de la humanidad, la libertad, tal y como la entendemos: la libertad de expresión, la libertad religiosa, todas esas libertades que damos por sentadas en nuestra vida cotidiana, en realidad no son la norma. Han sido la excepción.
Ahora bien, lo que esto nos dice es que vive en el espíritu humano, pero no ha formado parte del comportamiento humano. Y solo en los últimos 200 o 300 años ha surgido esta nueva noción de derechos que provienen de su creador, de Dios; (…) todos estos son conceptos increíblemente nuevos. Y lo cierto sobre la naturaleza humana es que se ven constantemente desafiados. Una y otra vez, en todo el mundo, vemos que, incluso cuando se avanza en democracia y libertad, hay que mantenerlas y hay que perseverar.”
Lo primero a resaltar es esta apelación a una supuesta esencia humana invariable, algo muy típico del idealismo filosófico y que fue superado por la visión marxista y materialista del siglo XIX. No existen los instintos naturales del ser humano, sino que estos son condicionados social y epocalmente. La libertad, como aspiración, ha tenido diferentes formas de ser comprendida, a lo largo de la historia humana. No es un concepto unívoco ni está exenta de disputa todavía hoy.
Ahora, la libertad tal y como la entiende el “filósofo” Rubio, es la libertad burguesa tal y como comienza a entenderse en la época de ascenso de la burguesía y de agudización de las contradicciones de esta con otras clases de la sociedad.
Hace 200 o 300 años, precisamente, comenzaron a madurar esas ideas que hoy el mencionado pensador pone ante nosotros como la suma más acabada del espíritu humano. Estas ideas alcanzaron su expresión más alta con la Revolución Francesa de 1789, cuando se presentaron bajo la forma de ideales abstractos como “Libertad, Igualdad y Fraternidad”.
A diferencia de la visión de Rubio, ya contaminada con el puritanismo religioso que forma parte intrínseca de la política y la sociedad norteamericana, los ideales de la burguesía francesa encarnaban un espíritu profundamente antirreligioso, con lo cual se despojaban de una parte del misticismo que acompaña todas las declaraciones de principios de la burguesía norteamericana.
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La esencia del proyecto de libertad defendido por Rubio, que por demás no tiene nada de original y novedoso, es entender esta en el sentido de democracia burguesa y libertades burguesas, presentadas como libertad de religión, expresión, etc.
Esta perspectiva oculta dos cuestiones que son verdaderamente centrales para la dominación.
- La primera son las limitaciones de la democracia burguesa como genuino vehículo de expresión popular. La realidad de este modelo es que la verdadera estructura del poder permanece firmemente en manos del poder económico, aunque cambien los rostros visibles de la política. Y los rostros visibles de la política muchas veces son asalariados de este poder económico.
- La segunda cuestión es referente a la libertad de explotación. Detrás de esta fachada libertaria, se oculta la principal libertad que la burguesía conquistó para sí: la de explotar al proletariado en beneficio del capital. Para esto y durante siglos se verificó el despojo de los medios de producción de una clase y la acumulación ingente de capital en otra. Esta tendencia no ha hecho más que continuar consolidándose, con el añadido hoy de la creciente precarización de las condiciones laborales y de vida de la clase trabajadora.
Estas nociones de democracia y libertad, presentadas desde el ángulo específico en que las entiende el poder norteamericano y presentadas como ganancias que no son permanentes, sino que deben ser preservadas, es parte de la lógica que sustenta al imperialismo norteamericano. La evolución de los imperios en la historia muestra el paso del reconocimiento más descarnado de que se actuaba en nombre del poder y la gloria, hasta presentar sus empresas de rapiña como campañas humanistas y civilizatorias.
El espíritu protestante y la profunda religiosidad, imponen un signo moral sobre todas las acciones del imperio norteamericano. Para justificar burdas guerras por petróleo u otros recursos naturales, construyen narrativas donde siempre lucha el bien contra el mal.
Para preservar la libertad y la democracia y llevarle estas altas conquistas del espíritu humano a otros pueblos en la faz de la tierra, es que Estados Unidos posee flotas en todos los océanos y cientos de bases militares en todo el mundo. No es vulgar imperialismo, sino, como anunciara el filósofo Rubio, una defensa de los derechos otorgados por el creador. La paz a través de la fuerza es una misión divina. Y la libertad viaja en la punta de los fusiles de los marines norteamericanos.
Estas simples nociones, presentadas como verdades preideológicas, son las que mueven toda la retórica del poder en EE. UU.
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Apelando a ellas, el Secretario de Estado da un premio a un operador financiado por ellos, recrudece el Bloqueo contra Cuba, persigue a las brigadas médicas que salvan vidas en decenas de países o militariza el Caribe para amenazar a Venezuela inventando un Cartel ficticio.
En verdad, mirando a la historia, podemos afirmar categóricamente que lo mejor para los pueblos es que nunca descienda sobre ellos esta letal combinación de libertad y pax americana, con su estela de destrucción y muerte.