El huracán de una campaña de emociones y perversiones
El chavismo es una comunidad emocional que no está para parecer o imitar y que según los últimos sondeos quiere participar de forma contundente en el venidero proceso electoral.
Una campaña electoral es un perenne contrapunteo de maniobras de manipulación de emociones y puntos en la memoria, dos elementos absolutamente determinantes en cada decisión tomada por un individuo.
En Venezuela, de cara al 28 de julio, esta contraposición se palpa de forma muy particular entre los dos bandos obvios en disputa: la derecha en su versión conservadora o extrema, y los bolivarianos antiimperialistas.
Tanto en spot como en canciones creadas para la ocasión y pintadas o murales que revisten las ciudades del país se evidencia por un lado, el rescate de la cultura que ha caracterizado el discurso y el germen de los proyectos de la Revolución Bolivariana y por el otro lado, se delata el intento oportunista del sector opositor que pretende engranar con una población de la que ha estado absolutamente desconectado durante años en medio de su promoción de exilios, autoexilios y unas sanciones financieras cuyas consecuencias utilizan para enganchar y alimentarse de dolor, desesperación, hastío o cualquier emoción negativa que pueda sustentar su candidaturas y su posicionamiento en el ámbito político.
#Video | Fuera de lo que ocurre en redes sociales, está la vida real y como punto de referencia tomamos la ciudad de Caracas, una capital revestida de murales y diversas formas de propaganda electoral de todos los candidatos que buscan hoy ser presidente de Venezuela. ¿Qué dicen… pic.twitter.com/RNaD7dU36C
— Al Mayadeen Español (@almayadeen_es) June 15, 2024
El chavismo en su propaganda apuesta por recordar al pueblo venezolano todo lo que se ha atravesado desde que el país fue estigmatizado con el Decreto Obama en 2015, ese que dio rienda suelta al tiroteo de sanciones y otras medidas coercitivas y unilaterales para torcer el brazo del país. Ese ejercicio de memoria no se realiza desde el victimismo ni la subestimación de la población, más bien posiciona al pueblo como el protagonista de su recuperación económica, actuando y resistiendo de la mano de un gobierno y un Estado que, alejado de las recetas y prácticas neoliberales, decidió poner por encima de cualquier interés la vida de los venezolanos y la integridad del país en cualquier circunstancia.
La extrema derecha por su parte se muestra radicalizada y embriagada de un triunfalismo precoz que no se sustenta en anteriores victorias electorales, sino en el efecto de cada una de las 936 sanciones que el Departamento de Estado de EE.UU. usa para pretender manipular a los venezolanos y condicionar el desarrollo del proceso electoral del 28 de julio.
Este sector también suma desesperados y fallidos acercamientos a costumbres y prácticas populares, como comer platos típicos e intentar prepararlos junto a personas de las comunidades, o participar en juegos tradicionales, pero estos esfuerzos carecen del espíritu necesario para conmover por lo que, de momento, lo más efectivo es la apuesta por revictimizar a la población.
#Video | Una campaña electoral es un perenne contrapunteo de maniobras de manipulación de emociones y de puntos en la memoria. Dos elementos absolutamente determinantes en el impacto de cada decisión tomada.
— Al Mayadeen Español (@almayadeen_es) June 18, 2024
De cara al 28 de julio, este contrapunteo es realizado de forma muy… pic.twitter.com/NfosrXau3S
La apuesta por la vulneración salpica la legislación del país, dado que avanzan sin un mínimo de respeto por el uso de infantes en sus campañas aún cuando esto está sancionado por la ley venezolana, específicamente por la Ley Orgánica de Protección del Niño, niña y adolescente (Lopnna) que en su artículo 65 “prohíbe la exposición o divulgación, a través de cualquier medio, de la imagen, datos o información personal de los niños y adolescentes contra su voluntad, la de sus padres, representantes o responsables”. Y establece que cuando es el padre, representante o responsable quien publica, éste debe tomar en cuenta qué tanto de lo expuesto en la imagen puede ser perjudicial para la integridad del menor.
Contrario a lo establecido, la extrema derecha, específicamente la agrupada en el partido Vente Venezuela dirigido por María Corina Machado, muestra en distintos spot a niños repitiendo expresiones y frases sobre las que no pueden ejercer un ejercicio mínimo de comprensión y que son sobreexpuestas y manipuladas para generar una intención de voto desde la pena y la desesperación. Otra muestra de burla ante la legalidad e institucionalidad amparada en un tergiversado sentido de la libertad de expresión y la cuestión democrática.
Aunque se ha vivido y apreciado desde mucho antes, en 2020 especialistas en estudios de opinión pública, mercados y consultoría de larga data y veracidad comprobada en Venezuela, advierten de este tipo de prácticas de vulneración de la imagen del venezolano con fines políticos, los objetivos que persigue más allá del alcance de un voto y cómo esto forma parte del liderazgo incorrectamente edificado para hacer la contra a la Revolución Bolivariana en distintas esferas.
Erradicar el Socialismo o convivir de una vez por todas
Por cuenta del Gran Polo Patriótico, coalición que apoya la candidatura de Nicolás Maduro a la reelección como presidente, la apuesta también incluye a diversos sectores de la oposición que se decantan por las vías legales y democráticas. Su propaganda electoral ofrece visos sobre hitos dignos de recordar pues dan fe de esa posibilidad de convivencia entre opositores y chavistas o revolucionarios.
Entre estos hitos, la convocatoria de 2017 a una Asamblea Nacional Constituyente tras meses de violencia sin un propósito claro más allá que conseguir un cambio de régimen. Ese año tanto chavistas como opositores se atrevieron a ir a votar en una especie de plebiscito a la violencia y juntos, más de ocho millones de personas fueron a votar en medio del boicot y el desconocimiento de María Corina Machado de los resultados. Ese 2017 nada pudo evitar que el mundo viera a venezolanos atravesar ríos, obstáculos en carreteras y conatos de violencia para ejercer su derecho al voto en favor del retorno del orden y alcanzar una paz total.
Otro hito de coexistencia plasmado en la propaganda electoral de los partidos y movimientos sociales que apoyan la candidatura de Maduro es la votación por el reclamo del territorio Esequibo a finales de 2023. Este proceso demostró que la oposición y el gobierno sí pueden mirar a un mismo lugar aun pensando distinto y juntos enviaron un mensaje de respeto a la soberanía del país a la comunidad internacional.
Del recuerdo de donde se partió y de lo que se ha atravesado es que van casi todas las apuestas de campaña del chavismo dedicadas a un pueblo muy noble que protagoniza cada contienda electoral y que, pese a señalar continuamente quiénes atentan contra la integridad de esta nación, también apuestan porque en el país tenga lugar la diversidad y el perdón, pero no la amnesia.
Una comunidad chavista unida versus un liderazgo sin creatividad
Desde hace cuatro años se notan las costuras de las estrategias electorales de la oposición en sus versiones conservadora y radical. La reinvención no ha tenido lugar pese a que no han cesado de exigir elecciones fuera de tiempo y han tenido espacio para presentar diferentes maniobras o lo más esperado por el pueblo venezolano que no comulga con el gobierno: un proyecto de país.
En este escenario y finalmente de cara a una elección presidencial, especialistas perfilan al chavismo como una comunidad emocional cohesionada en tiempos de crisis y dificultad, y a la Derecha extremista como una que subsiste sin cerebro estratégico, sin las herramientas básicas de comunicación política y desprovistos de un mínimo repertorio de símbolos, gramáticas y narrativas. Aseguran que este sector sufre de muy débiles competencias políticas y simbólicas para cambiar la correlación de fuerzas sociales y culturales que antes como hoy favorecen al Chavismo.
Hoy, a falta de experiencia en la gestión gubernamental y sin símbolos que propicien el fortalecimiento de una identidad, la apuesta de ese sector es que el pueblo venezolano caiga en un estado de neurosis social. Un ingrediente necesario para acelerar la llegada del único camino en el que sí tienen experiencia: la fragmentación y la violencia. No en vano las personas con las que más se retrata María Corina Machado, según la propia selección de imágenes que hacen en cada video promocional, son niños o personas que demuestran un estado de vulnerabilidad o atravesar una crisis psicológica y emocional.
¿Cuáles son los mecanismos utilizados para inyectar esta neurosis social? En primer término, una imprescindible vergüenza por los orígenes sociales, proyectando una ilusión de una Venezuela frustrada no ha llegado a ser lo que debe ser, y en esto no incurre solamente la extrema derecha: Javier Bertucci, candidato por el partido El Cambio también hace ofertas desproporcionadas y de talante demagógico al asegurar que según su proyecto de gestión y junto a él, Venezuela pasaría a contar con una economía “como la de los países del primer mundo” en dos años.
En segundo lugar, buscan instaurar la neurosis desde el posicionamiento de ideas racistas, situándose por encima de las masas en las concentraciones, acentuando el orgullo por ser blanco y vestir de ese color para distinguirse en todo momento de las personas a las que no quieren acompañar, sino indicar como actuar para poder “elevarse” a un mejor estándar o sitio en la sociedad.
Aunque un sector de la población se presta para este tipo de estrategias, la hipocresía y la poca capacidad de asumir la responsabilidad ante crímenes cometidos contra el pueblo (clamar por sanciones y propiciar el aislamiento económico) genera rechazo. Esto se percibe cada vez que el Comando de Campaña de Edmundo González Urrutia, intenta sacar réditos del efecto de las sanciones contra los venezolanos, pero esto no es tan difundido a través de las redes sociales de quienes hacen parte del comando, ni de los dirigentes opositores que dentro y fuera del país utilizan la candidatura de González Urrutia y los planes de María Corina Machado como el último cartucho del que disponen para hacerse con el poder en Venezuela.
También intentan ocultar por todos los medios que el dirigente opositor Henrique Capriles, quien hoy hace proselitismo para votar por González Urrutia, en 2014 instó a los venezolanos que votaron por él, a descargar su rabia en las calles tras haber resultado perdedor en la contienda electoral. Ocultan que este ejercicio de irresponsabilidad como líder dio inicio a una tradición de desconocimiento y desacato ante las instituciones o resultados electorales por parte de la extrema derecha y sus seguidores en el país.
Obvian que no todo es hartazgo en Venezuela. Que del otro lado de la acera y en cada ámbito de la sociedad, dentro y fuera del gobierno, existe esa comunidad emocional llamada chavismo, una que no está para parecer o imitar y que según los últimos sondeos quiere participar de forma contundente en el venidero proceso electoral. Esta ala reclama su derecho a recordar quién ha estado y quién no, en momentos de crisis.
Tras 25 años de sumar reivindicaciones históricas, y en medio de un proceso de recuperación económica si bien los venezolanos desean “cerrar el ciclo” y “pasar la página” como lo esgrimen decenas de spot de la Derecha, también desean cerrar ventanas y puertas, pero con ese sector entreguista y violento del lado de afuera. Están convencidos de que si pierden de vista el pasado reciente están condenados a repetir historias o abrir espacios para una mayor impunidad. También comprenden que sin memoria no hay progreso, mucho menos identidad.