¿Cómo el Diluvio de Al-Aqsa sacudió los cimientos del Estado profundo en EE. UU.?
La operación del Diluvio de Al-Aqsa sacudió los cimientos del Estado profundo a través del cual pudo implementar sus planes y estrategias durante todo el período posterior a la Guerra Fría, y lo obligó a mostrar a Estados Unidos como un Estado canalla, sin diferencia alguna con el racismo y la tiranía del régimen nazi de Alemania.
El colapso de la Unión Soviética no fue una de las complicaciones más difíciles enfrentadas por el Estado profundo en Estados Unidos, ya que rápido logró compensar la expiración de su narrativa, la cual ayudó durante toda la Guerra Fría a asegurar la organización de la sociedad estadounidense detrás de su liderazgo bajo el pretexto de confrontar la amenaza ideológica soviética, con otra narrativa basada en supuestas nuevas amenazas y su serio impacto en la seguridad y los intereses de Washington y su sistema de valores.
Le resultó fácil comercializar la amenaza del terrorismo y el peligro de los considerados países del eje del mal, al estimarlos como mó una amenaza real a la cultura de su sociedad y visión del orden mundial.
Desde la década de 1990, el Estado profundo empujó a Estados Unidos a adoptar políticas exteriores destinadas a fortalecer su concepto de democracia y consagrar la paz, conocida como Pax Americana (en español paz americana o paz estadounidense), asociada con el poder y la hegemonía estadounidenses después de la Segunda Guerra Mundial, además de su enfoque en enfrentar enemigos mientras descuida la importancia de ampliar el círculo de amigos o aliados.
En este sentido, era muy evidente que el proyecto de valores del Estado profundo rechazó los conceptos de universalidad y derecho internacional representados por las Naciones Unidas, además de su descuido de las políticas de apertura a los rivales con lo cual podría calificarse como agresión dirigida a preservar la unilateralidad norteamericana bajo la apariencia del idealismo y abrazar los principios de libertad, justicia y humanidad.
Por lo tanto, no era posible interpretar el impulso para ocupar Irak separado del necesario para alcanzar acuerdos de paz entre los países árabes y la Autoridad Palestina, por un lado, y la entidad israelí, por el otro, y tampoco era posible explicar el intento de hermanar los valores estadounidenses con los valores humanitarios universales excepto dentro del marco de la filosofía autoritaria del Estado profundo en los Estados Unidos y su rechazo a otros valores sociales y filosóficos.
Al explotar su posición en esa etapa como potencia unilateral, su ambición era gestionar el sistema global y organizarlo según sus orientaciones para garantizar su seguridad y prosperidad.
Tras el colapso de la Unión Soviética y la retirada de China, además de evitar el enfrentamiento con algunas potencias, Estados Unidos pretendió hacer de sus orientaciones y valores marcos normativos a los cuales el progreso de la humanidad exige adherirse, y no dudó en comercializar la idea de que el concepto de civilización global tenga como base su ideología, y que los principios del derecho internacional estén al lado de los políticos estadounidenses a quienes Dios confió la gestión del mundo.
Por tanto, le resultó fácil justificar la legitimidad de su ocupación de Irak y Afganistán, además de considerar la expansión de su influencia hacia las fronteras rusas y en el mar de China como un derecho legítimo justificado por su citada narrativa.
Naturalmente, su visión de las fuerzas de resistencia y de la entidad israelí no fue diferente de la anterior, ya que asumió soluciones a este problema adaptadas a sus intereses.
En el último período, EE. UU. logró domesticar la conciencia colectiva global según la narrativa de la ilegitimidad de las fuerzas de resistencia y al presentar a la entidad israelí como víctima de un comportamiento terrorista similar al comportamiento de la Edad Media.
La solidaridad internacional absoluta e incondicional con la entidad israelí después de la operación del Diluvio de Al-Aqsa fue una aplicación práctica de las tendencias del Estado profundo estadounidense, ya que Occidente aceptó justificar el comportamiento brutal de la entidad y lo consideró una reacción natural ante la amenaza a su seguridad y la sociedad.
Para demostrar aún más el alcance del éxito del Estado profundo estadounidense a la hora de comercializar su narrativa e imponerla al mundo, es fácil señalar el silencio árabe no estuvo avergonzado por su abandono de la causa palestina y el genocidio en Gaza, mediante su aceptación de la teoría estadounidense de que el acto de resistencia es desastroso e inútil.
En el marco de las tendencias del Estado profundo estadounidense surgió su insistencia en derrotar a Hamas en Gaza y eliminarlo, en paralelo con los esfuerzos por desmantelar el Eje de Resistencia y asediar sus polos, porque lo presenciando hoy en Gaza es inseparable del camino estadounidense para asediar a la República Islámica de Irán, derrocar al Estado en Siria y asediar la resistencia en el Líbano, sin separar todo esto de la guerra contra Yemen desde 2015.
Al intentar evaluar el alcance de su éxito en el logro de estos objetivos, es fácil concluir que EE. UU. garantizó, en los primeros días de la batalla un amplio compromiso con sus orientaciones, lo cual podría interpretarse como una confirmación de la coherencia de su proyecto internacional.
Sin embargo, los datos de campo impusieron una opinión diferente, ya que la insistencia del Eje de Resistencia en el apoyo a la luz del éxito de los movimientos de resistencia en Gaza en hundir al “ejército” de la entidad en una guerra ayudó a revelar una imagen diferente de las verdaderas orientaciones y valores estadounidenses.
A través de las voces de oposición dentro de Estados Unidos y Occidente, basadas en una simple comparación entre los dos lenguajes diferentes adoptados por la administración estadounidense con respecto a la guerra en Ucrania y la agresión contra Gaza, fue respondido en Gaza con una insistencia en justificar el genocidio y crímenes, además del escepticismo sobre la posibilidad de que el “ejército” de la entidad cometa una violación a las normas del derecho internacional humanitario.
Por lo tanto, la operación del Diluvio de Al-Aqsa sacudió los cimientos del Estado profundo a través del cual pudo implementar sus planes y estrategias durante todo el período posterior a la Guerra Fría, y lo obligó a mostrar a Estados Unidos como un Estado canalla, el cual no tiene diferencia con el racismo y la tiranía del régimen nazi que gobernó Alemania hasta el final de la Segunda Guerra Mundial.