¿Árabes, están con los sionistas o con su enemigo Irán?
La cuestión hoy es si nos solidarizamos con el Occidente imperialista y su creación, la entidad de ocupación, o si nos solidarizamos con quienes se enfrentan a este Occidente y su línea del frente, “Israel”.
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¿Árabes, están con los sionistas o con su enemigo Irán?
Desde la Revolución Islámica de 1979, cuando Teherán cerró la embajada israelí y reconoció al Estado palestino, los regímenes del Golfo y sus portavoces acusaron a Irán de querer exportar la "revolución jomeinista chiita".
Estos mismos regímenes intensificaron su agresión contra la revolución y afirmaron que "Irán es un aliado secreto de la entidad sionista".
Poco después, en 1980, ocurrió la agresión iraquí contra Irán, seguida por la invasión de Kuwait en 1990 impulsada por Sadam para ayudar a estos regímenes a avivar el odio sectario en la región.
La región vivió entonces guerras devastadoras durante los años de la Primavera Árabe, que culminaron con el intento de derrocar al régimen sirio, aliado de Irán. Paralelamente, esos mismos gobiernos se unieron con la entidad sionista en su agresión brutal contra Gaza, Cisjordania, Líbano y ahora Irán, aunque de forma indirecta.
En todos los países árabes vecinos del "Estado" israelí —Qatar, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Bahréin, Arabia Saudita, Irak, Jordania, Omán, Siria, y luego Turquía, Pakistán y Chipre— existen bases estadounidenses y británicas. No olvidemos también la alianza sionista-estadounidense con los nuevos gobernantes de Damasco y la coordinación, directa o indirecta, entre Beirut y Washington y París, aliados de "Tel Aviv".
Estos países se justifican hablando del programa nuclear iraní y de la posibilidad de que Irán obtenga armas nucleares, olvidando que ya desde mediados de los años cincuenta aspiraban a poseer estas armas. De hecho, el Sha de Irán (en 1957), también chiita, tenía un programa nuclear apoyado por Washington, Londres, Bruselas, París, Estocolmo y el régimen racista de Sudáfrica, quienes lo ayudaron a construir reactores nucleares antes de la "revolución jomeinista", como la llaman los regímenes del Golfo y sus portavoces genéticamente aliados con la entidad sionista.
Estos mismos regímenes se aliaron con el Sha contra Yemen en 1962 y los hicieron de nuevo, directa o indirectamente, en la agresión al Yemen iniciada en 2015 por los países del Golfo, la cual aún continúa con apoyo estadounidense, británico e incluso israelí, solo porque Yemen se solidariza con el pueblo palestino y su resistencia heroica contra la agresión israelí salvaje, que no se atrevería a atacar a Irán sin el respaldo directo o indirecto de los países de la región.
Todo esto mientras las bases estadounidenses en el Golfo, Turquía y Pakistán vigilan de cerca a Irán, sin que nadie cuestione el arsenal nuclear pakistaní, simplemente porque Pakistán es un Estado "suní" aliado de Estados Unidos y no representa amenaza alguna para “Israel”, a diferencia de un arma nuclear "chiita" hipotética en Irán.
Esta, sin embargo, ha insistido repetidamente en que su programa es pacífico, como quedó demostrado en el acuerdo con Occidente en 2015, mientras el mundo —y los regímenes del Golfo— ignoran el hecho de que “Israel” posee al menos 80 cabezas nucleares.
Por tanto, la cuestión no es de chiitas o suníes, ni de árabes, persas, kurdos o turcos. Es una cuestión de estar del lado del Occidente imperialista y su criatura, la entidad hebrea, o del lado de quienes se oponen a este frente y a su avanzada militar: “Israel”. Desde su creación, esta entidad ha sido el enemigo común de todos los pueblos y países de la región, sin distinción religiosa, sectaria o étnica.
El Occidente sionista-estadounidense logró enfrentar entre sí a estos pueblos con pretextos triviales, sumiendo a la región en un caos del que son responsables los regímenes árabes e islámicos y sus voceros, cómplices de “Israel”, como lo demuestra su actitud actual ante la agresión sionista contra el único país islámico que se mantiene firme, con todo lo que posee, al lado del pueblo palestino.
Si Irán no hubiera adoptado esta postura, hoy sería el país "consentido" de Occidente, aún más que cualquier régimen árabe o islámico, como lo fue en tiempos del Sha, quien fue aliado estratégico de los países del Golfo y Turquía.
Nadie hablaba entonces del chiismo de Irán ni de su programa nuclear, pero todo cambió repentinamente cuando el Imam Jomeini expulsó la embajada israelí y declaró su apoyo histórico e ideológico al pueblo palestino.
Y a quienes siguen repitiendo el discurso absurdo y malicioso de la supuesta “alianza secreta entre Irán e ‘Israel’”, les corresponde avergonzarse de sí mismos y pedir disculpas a todos aquellos a quienes engañaron durante años. Irán ha pagado un precio muy alto por su resistencia al sionismo y su adopción de la causa palestina desde la Revolución Islámica, lo mismo que han hecho Hizbullah, los hutíes y Siria, país que fue blanco del odio de los regímenes del Golfo y sus amos en Occidente y “Tel Aviv”, simplemente por haberse aliado con Teherán en la resistencia a "Israel".
Mientras tanto, los regímenes del Golfo no ocultaron su alegría por la caída del régimen sirio, ni por las agresiones israelíes contra Gaza y Líbano, y siguen apoyando, de una u otra forma, los ataques a Irán, solo porque esta se niega a rendirse al eje imperialista-colonialista-sionista, que, como dijo el propio Trump, le generó 5,2 billones de dólares "en apenas dos horas".
En resumen, la cuestión no es de suníes y chiitas, ni de árabes, persas, turcos o kurdos. Es una cuestión de honor, dignidad, principios, y lealtad nacional, islámica y humanitaria.
Esto exige a todos los pueblos árabes e islámicos una mayor claridad, no solo para comprender lo que se dice, sino lo que realmente vive la región con todas sus contradicciones extrañas y profundas.
Por ejemplo: todos los bandos en conflicto en Libia —donde no hay alauitas, chiitas, drusos, kurdos ni cristianos— son suníes, y todos los países que los apoyan, como Egipto, Turquía, Emiratos, Qatar y Arabia Saudita, también lo son.
Ya es hora de que todos los hombres y mujeres honestos, fieles a sus conciencias y a sus patrias, demuestren con el corazón y con los hechos, primero ante sí mismos y luego ante los demás, que no aceptan la entidad sionista artificial.
Todos saben que, desde antes de su creación en 1948, desde sus consignas sobre la “Tierra Prometida”, “Israel” ha sido la causa de todos los problemas de la región. Ya no queda ningún país que se le oponga excepto Irán y quienes se alían con ella.
Quien se alinea con Irán demuestra sinceridad en su enemistad hacia el sionismo y sus aliados occidentales. Y quien guarda silencio ante la agresión israelí —ya sea contra Irán, Palestina, Líbano o Siria— es un diablo mudo, maldito por Dios en esta vida y en la otra, testimoniado por los grandes mártires chiitas y suníes que siguen sacrificándolo todo con fe auténtica, para que la bandera del islam ondee alta sobre los minaretes de Al-Aqsa, la primera qibla de los musulmanes, sean suníes o chiitas.
Así como Alí ibn Abi Tálib —la paz sea con él— alzó la bandera del islam sobre los bastiones de Khaybar , cuyos judíos conspiraban contra el Profeta Mahoma —la paz y las bendiciones sean con él—, ha llegado la hora de repetir esa lección con la voluntad de todos los justos y fieles.