¿Abandonó China a Irán durante la agresión israelí?
La respuesta de China a los ataques iraníes y estadounidenses fue equilibrada, tranquila y racional, tanto en términos de condenar los ataques como en su compromiso con una solución política para poner fin a la guerra.
-
¿Abandonó China a Irán durante la agresión israelí?
Muchos se preguntan cuál ha sido la postura de China ante los recientes acontecimientos entre Irán e "Israel", así como ante los bombardeos estadounidenses contra los reactores nucleares iraníes.
¿Por qué Bejing no intervino en ayuda militar directa a Teherán y se limitó a emitir condenas, especialmente considerando que China y Rusia siempre han sostenido que el mundo está transitando de un sistema unipolar hacia uno multipolar, y que tanto Rusia, China e Irán, junto con Corea del Norte, enfrentan grandes desafíos por parte de Estados Unidos, que busca desmantelar dicha alianza?
Desde el inicio de la agresión israelí contra Irán, el 13 de junio del presente año, China se apresuró a condenar los ataques israelíes, calificándolos como una violación a la soberanía, seguridad e integridad territorial de Irán.
Bejing instó a las partes involucradas, y especialmente a “Israel”, a detener de inmediato los enfrentamientos.
El ministro de Exteriores chino, Wang Yi, tuvo una semana intensa, durante la cual conversó con sus homólogos de Irán, “Israel”, Egipto y Omán, y expresó la disposición de su país para desempeñar un papel constructivo en la desescalada del conflicto.
Además, el presidente Xi Jinping, reiteró este compromiso al declarar que China está dispuesta a colaborar con todas las partes para restablecer la paz y la estabilidad en Medio Oriente.
Tras las agresiones estadounidenses a los reactores nucleares iraníes, China condenó los bombardeos y los medios estatales chinos los calificaron como un punto de inflexión peligroso, señalando que la historia ha demostrado que las intervenciones militares en Medio Oriente tienden a generar conflictos prolongados y desestabilización regional.
Luego del alto al fuego entre las partes, Wang Yi se comunicó con su homólogo iraní, reafirmando el derecho de Irán a proteger su soberanía y seguridad nacional, y expresó su esperanza en alcanzar una tregua real y duradera.
Las declaraciones oficiales chinas frente a la agresión israelí eran esperadas y naturales, considerando la sólida relación entre ambos países, especialmente en los ámbitos económico y energético.
China considera legítimo el derecho de Irán a desarrollar un programa nuclear con fines pacíficos, conforme al derecho internacional.
Bejing es consciente de que Teherán no busca obtener armamento nuclear y, aunque se opone a que Irán posea armas nucleares debido al riesgo de proliferación en la región, respalda firmemente el derecho iraní al uso pacífico de la energía atómica.
Irán, por su parte, insiste en que su programa nuclear tiene objetivos exclusivamente civiles.
China ha estado involucrada de forma permanente en las negociaciones sobre el programa nuclear iraní.
Forma parte del grupo P5+1 que llevó a cabo negociaciones con Irán, las cuales culminaron en 2015 con el acuerdo del Plan de Acción Integral Conjunto (PAIC).
Sin embargo, en 2018, el entonces presidente estadounidense Donald Trump se retiró del acuerdo y reimpuso sanciones contra Teherán.
Durante la presidencia de Trump, se realizaron negociaciones indirectas entre Irán y EE. UU., en las que Irán mantuvo informadas a Rusia y China sobre los avances, así como sobre el desarrollo de su programa nuclear pacífico.
Por ejemplo, en marzo pasado se llevó a cabo una reunión entre los viceministros de Exteriores de los tres países, y más adelante en el año se celebró otro encuentro de expertos para estudiar el expediente nuclear iraní.
Dada la preocupación por las posibles repercusiones del aumento de tensiones en Medio Oriente sobre sus intereses, los presidentes de China y Rusia mantuvieron una conversación telefónica en la que abordaron la situación regional.
Xi Jinping presentó una propuesta de cuatro puntos para reducir la tensión entre Irán e “Israel”, que incluía: un alto el fuego inmediato, protección a la población civil, apoyo a una solución política del problema nuclear iraní, e instó a la comunidad internacional, y en especial a las grandes potencias con influencia sobre las partes en conflicto, a esforzarse por estabilizar la situación, en alusión indirecta a Estados Unidos.
Esta no fue la primera vez que China propuso una solución al conflicto nuclear iraní.
Ya en marzo pasado, durante la reunión en Beijing con viceministros de Exteriores de Irán, Rusia y China, Bejing presentó una propuesta de cinco puntos, centrada en la resolución pacífica de las disputas, el fomento del diálogo y cooperación, el respeto del marco del acuerdo nuclear, el reinicio de las negociaciones y el mantenimiento del equilibrio entre derechos y obligaciones: Irán se comprometería a no desarrollar armas nucleares, mientras que los demás actores respetarían su derecho al uso pacífico de la energía nuclear.
China observa con suma cautela y preocupación la evolución de los acontecimientos en Medio Oriente, debido a sus grandes intereses económicos tanto con Irán como con “Israel” y la región en general.
China e Irán mantienen una asociación estratégica integral de 25 años de duración, con inversiones chinas superiores a los 400 mil millones de dólares a cambio de petróleo iraní a precios preferenciales.
El petróleo es el eje de las relaciones entre China e Irán: alrededor del 90 por ciento de las exportaciones petroleras iraníes tienen como destino China, representando un 15 por ciento del total del crudo importado por Beijing.
Además, Irán tiene un papel estratégico en la Iniciativa de la Franja y la Ruta al ser un punto clave de conexión entre Oriente y Occidente, con acceso directo al Golfo Pérsico y al Mar de Omán, y por tanto al estrecho de Ormuz.
Los dos países cooperan también en sectores industriales, culturales, tecnológicos, agrícolas, turísticos, médicos y militares, en especial en lo relativo a drones y misiles balísticos.
China ha respaldado constantemente a Irán durante los períodos de sanciones, importando su petróleo, apoyándolo en el Consejo de Seguridad de la ONU y en otras instancias internacionales.
También, han realizado ejercicios navales conjuntos con Rusia y Beijing acogió con agrado la incorporación de Teherán a la Organización de Cooperación de Shanghái y al grupo BRICS.
Con respecto a “Israel”, China es su segundo mayor socio comercial después de EE. UU., y mantiene proyectos de infraestructura y tecnología allí, además de inversiones en el puerto de Haifa.
En China existía una preocupación real por la estabilidad futura de Irán y su régimen. Los ataques israelíes no parecían tener como único objetivo el programa nuclear iraní, como afirmaban "Tel Aviv" y Washington, sino que más bien parecían orientados al derrocamiento del régimen iraní, a pesar de las declaraciones oficiales en sentido contrario.
En términos generales, un conflicto abierto en Medio Oriente no conviene a los intereses de China, que podría enfrentar una escasez significativa de petróleo, dado que depende en gran medida del crudo proveniente de esa región, que transita mayoritariamente por el estrecho de Ormuz.
Estados Unidos es consciente de la importancia estratégica de dicho estrecho para China.
Por ello, tras la aprobación parlamentaria iraní para cerrarlo, el secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, instó a China a disuadir a Irán de ejecutar dicha medida.
Tras el alto el fuego, el presidente Donald Trump declaró que China podría continuar comprando petróleo iraní, en referencia implícita a mantener abierto el paso marítimo.
Teherán no se planteaba cerrar efectivamente el estrecho de Ormuz, sabiendo que ello afectaría gravemente sus relaciones internacionales, particularmente con China.
Sin embargo, la amenaza de cerrarlo constituía una carta de presión sobre la comunidad internacional para frenar la agresión israelí-estadounidense.
Irán es pieza clave dentro de la estrategia global china, por lo que una guerra prolongada afectaría los intereses de Beijing, especialmente si las instalaciones petroleras iraníes fueran bombardeadas.
Esto obligaría a China a buscar alternativas como Rusia o Malasia, lo que conllevaría un incremento de precios por aumento de la demanda. Esta alza afectaría no solo a la economía china, sino a la economía global.
Tales impactos repercutirían también sobre la Iniciativa de la Franja y la Ruta, dada la relevancia geográfica de Irán en el proyecto.
Recientemente, ambos países fortalecieron su cooperación: semanas antes de la agresión israelí, el puerto de Apirin, al suroeste de Teherán, recibió el primer tren de carga procedente de Xian, cargado con paneles solares, marcando el inicio oficial de una línea ferroviaria directa entre China e Irán.
Con la incorporación reciente de Afganistán al corredor China-Pakistán, es probable que Irán también se sume en el futuro.
Tampoco le conviene a China que caiga el régimen iraní y sea reemplazado por uno prooccidental, lo que implicaría la pérdida del petróleo barato, el cierre a las inversiones portuarias, la salida de Irán de la Franja y la Ruta, e incluso la posible clausura del estrecho de Ormuz a buques chinos.
También podrían establecerse bases militares estadounidenses cerca del estratégico puerto paquistaní de Gwadar, donde China tiene importantes inversiones.
Una posible desestabilización interna en Irán tras la caída del régimen también podría aumentar los ataques contra intereses chinos, tanto en Irán como en la región de Baluchistán en Pakistán.
En conclusión, China se ha mantenido firme en su compromiso con la solución política y diplomática del conflicto nuclear iraní.
No le conviene una guerra prolongada ni un colapso del régimen en Teherán, aunque algunos analistas sugieren que una nueva implicación militar prolongada de EE. UU. en Medio Oriente distraería a Washington de su confrontación con China en Asia-Pacífico.
La respuesta china ante los ataques iraníes y estadounidenses fue equilibrada, moderada y racional, tanto en su condena a la violencia como en su apuesta por la vía política.
Si las tensiones hubieran escalado más, China habría tenido que considerar varias opciones: apoyar militar o técnicamente a Irán a través de un tercero, entablar negociaciones con EE. UU. cediendo en otro expediente a cambio de detener la guerra, o mantenerse neutral, lo cual pondría en duda la credibilidad de la alianza chino-ruso-iraní y su proyecto de un nuevo orden mundial.
Aunque se haya declarado un alto al fuego, la situación no ha terminado. Hay indicios de que se retomarán las negociaciones sobre el programa nuclear iraní, en las que China y Rusia probablemente tendrán un papel más destacado como asesores de Teherán.