Recortes a la ayuda humanitaria: un golpe a los más vulnerables
La demanda de asistencia humanitaria sigue en aumento, sin embargo, los recortes de financiación por parte de los principales donantes ponen en peligro la vida de los más vulnerables.
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Recortes a la ayuda humanitaria: un golpe a los más vulnerables
El volumen de financiación a la ayuda humanitaria experimenta en lo que va de año una crítica reducción a nivel global. Esta alarmante realidad representa una amenaza creciente para millones de personas en situación de vulnerabilidad.
“Recortar la asistencia no es algo de lo que jactarse”, aseguraba el máximo responsable de la Oficina de Coordinación de la Ayuda Humanitaria (OCHA), Tom Fletcher, en referencia al retroceso del compromiso mundial en un momento de crisis humanitarias sin precedentes.
Los insuficientes fondos conllevan no solo a medidas de recorte de gastos, que afectan desde la distribución de alimentos hasta la atención médica y el apoyo a refugiados, sino también al fin de determinados programas de asistencia de numerosas agencias de Naciones Unidas (ONU).
Perspectivas del Panorama Global Humanitario en 2025
“Estamos enfrentando una crisis múltiple a escala mundial y las personas más vulnerables pagan el precio”, alertaba Fletcher desde Ginebra a finales del pasado año al presentar el informe anual sobre el Panorama Global Humanitario.
De acuerdo a las previsiones del documento, 305 millones de personas en todo el mundo necesitarán asistencia humanitaria y protección urgentes en 2025. Dos factores principales impulsan estas necesidades: conflictos armados y emergencia climática.
“El sufrimiento detrás de las cifras es aún más inconcebible por ser causado por el ser humano. Las guerras de Gaza, Sudán y Ucrania están marcadas por la ferocidad y la intensidad de las matanzas, el total desprecio por el derecho internacional y la obstrucción deliberada de los esfuerzos de nuestro movimiento humanitario por salvar vidas”, publicaba el informe.
Naciones Unidas y las organizaciones socias realizaron entonces un llamamiento urgente para el acceso y la financiación. Solicitaron 47 mil 400 millones de dólares para llegar con su ayuda a una población meta de casi 190 millones de civiles en 72 países.
Aunque la suma solicitada resulta considerable, palidece en comparación con otros gastos globales. El propio documento indicaba: “es menos del dos por ciento del gasto militar global, alrededor del cuatro por ciento de las ganancias de la industria bancaria mundial y solo el 12 por ciento del flujo de caja libre anual promedio de la industria de los combustibles fósiles”.
En medio de un sistema humanitario desbordado, subfinanciado y víctima de ataques, el informe de la OCHA trazaba una evaluación clara sobre la magnitud de un reto que requiere de un mayor impulso de la solidaridad global.
Las cifras actuales de las contribuciones proyectan, sin embargo, una disminución en los fondos disponibles para la ayuda humanitaria. Muchos de los donantes clave replantean hoy sus compromisos en medio de cuestionamientos a la cooperación internacional.
Según datos de Financial Tracking Service, tan solo unos 9 mil 300 millones de dólares se informaron y procesaron, hasta el momento, en ayudas a escala global en el transcurso de 2025. Aunque la cifra no es definitiva dista en mucho, por ejemplo, del máximo de casi 42 mil 300 millones de dólares alcanzado en 2022.
Desmantelamiento de la USAID ¿Un ejemplo para Europa?
Estados Unidos protagoniza esta vertiginosa rebaja que comienza a tener consecuencias catastróficas: la distribución de alimentos se está deteniendo; los servicios de salud se están cerrando; y la ayuda para salvar vidas resulta inmovilizada, sin posibilidad de distribución.
A penas asumió el cargo el 20 de enero, el presidente Donald Trump firmó una orden ejecutiva para congelar por 90 días los recursos destinados a operaciones de asistencia exterior, canalizada principalmente a través de su Agencia para el Desarrollo Internacional (USAID).
Tras una revisión para evaluar esta ayuda en conformidad con la política del gobierno, el secretario de Estado, Marco Rubio, anunció el 10 de marzo la cancelación del 83 por ciento de los programas de USAID.
La actual administración notificó luego al Congreso, el 28 de marzo, su intención de desmantelar la USAID antes del 1 de julio de 2025. La medida incluía la reubicación de algunas funciones clave en el Departamento de Estado y la eliminación de aquellas que no se alinean con sus prioridades.
El ataque a la agencia se produjo después de que el presidente se comprometiera a un recorte de gastos y de puestos de trabajo en el gobierno federal y encomendara al multimillonario Elon Musk liderar el esfuerzo a través de su Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE).
Creada en 1961, la USAID es la agencia del gobierno encargada de proveer y organizar la cooperación internacional estadounidense. Distribuye ayuda humanitaria en más de 100 países, colaborando con gobiernos locales, ONG y otros organismos a nivel global.
Su presupuesto anual, de unos 42 mil 800 millones de dólares, representa el 42 por ciento de la ayuda humanitaria desembolsada en todo el mundo, esencial en algunas de las principales crisis humanitarias y países más castigados.
Los detractores de la agencia consideran, sin embargo, que consume recursos que deberían dedicarse a Estados Unidos y se quejan del costo de sus actividades, pese a que estas cantidades sean en realidad el equivalente al 0,7 por ciento del presupuesto federal.
Estados Unidos como principal contribuyente de fondos a la ayuda humanitaria a nivel mundial marcó un precedente con esta decisión que deja en riesgo de muerte el sistema de cooperación internacional y pone los derechos de millones de personas en un mayor riesgo.
Naciones clave de Europa como Reino Unido, Suiza, Alemania, Bélgica y los Países Bajos se sumaron a la ola de drásticos recortes a la ayuda humanitaria en favor de un aumento del gasto en defensa.
El primer ministro de Reino Unido, Keir Starmer, anunció por ejemplo una reducción del financiamiento a la ayuda exterior del 0,5 al 0,3 por ciento del ingreso nacional a cambio de aumentar el gasto de defensa del 2,3 al 2,5 por ciento del PIB para 2027.
Aunque reconoció que la medida es un recorte considerable, argumentó que la seguridad nacional es prioridad. Este es el mayor incremento en el presupuesto de defensa de la nación británica desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.
Menos financiamiento, mayor inseguridad alimentaria
Los recortes en la ayuda humanitaria tienen un impacto devastador en múltiples sectores, pero la seguridad alimentaria resulta especialmente vulnerable.
A diferencia de áreas como educación o infraestructura, donde los efectos tardan en manifestarse, en el ámbito alimentario se traduce de forma inmediata en hambre, desnutrición y crisis humanitarias severas.
Según el Informe Mundial sobre Crisis Alimentarias (GRFC) publicado en mayo pasado, la financiación dirigida a la seguridad alimentaria, en particular, podría reducirse hasta un 45 por ciento este año.
Por lo que respecta a los recursos consignados exclusivamente a la seguridad alimentaria se destinaron 9.611,8 millones en 2024, en cambio, en los primeros seis meses de 2025 solamente se dedicaron un total de 1.454,8 millones.
“Desde Gaza y Sudán, hasta Yemen y Malí, el hambre catastrófica provocada por los conflictos y otros factores está alcanzando cifras récord”, planteaba el secretario general de la ONU, António Guterres, en el prólogo del documento.
Según las palabras del máximo representante del organismo, “el hambre y la malnutrición se extienden más rápido que nuestra capacidad de respuesta y, sin embargo, en todo el mundo, un tercio de todos los alimentos producidos se pierde o se desperdicia”.
Los recortes a la ayuda global de la administración Trump, por ejemplo, mantienen estancadas dentro de cuatro almacenes del gobierno de Estados Unidos reservas de alimentos para millones de personas cuantificadas entre 60 mil y 66 mil toneladas métricas.
Fuentes asociadas a la USAID comentaron a la prensa que las raciones de alimentos, las cuales podrían abastecer a 3.5 millones de personas durante un mes, se están enmoheciendo en almacenes de todo el mundo y corren el riesgo de quedar inutilizables.
Próximas a vencer en el mes de julio, algunas mercancías podrían destruirse, por incineración, o se destinaría para alimentar animales al volverse inutilizables para humanos. Esos suministros están valorados en más de 98 millones de dólares.
Una lista de inventario sin fecha de los almacenes, ubicados en Djibouti, Sudáfrica, Dubai y Houston, indicaba que contenían productos básicos como galletas de alto contenido energético, aceite vegetal y granos fortificados.
Esas existencias podrían alimentar a más de un millón de personas por un periodo de tres meses o a toda la población gazatí durante un mes y medio, según un análisis de Reuters que utiliza cifras del Programa Mundial de Alimentos.
Ir más allá de los Estados miembros
“Si quieres hacer grande a tu país, entonces no te retiras del mundo, sales y te enfrentas a los retos globales allí donde los encuentres”, manifestó el pasado 1 de mayo el responsable de la OCHA durante una visita a Afganistán para chequear el efecto de los recortes de fondos a la ayuda humanitaria en esa población.
Fletcher aseguró que “no hay un muro suficientemente grande que deje los problemas fuera”. Con los recortes “se están tomando decisiones realmente brutales y es probable que el sector se reduzca en un tercio”, dijo.
Para salvar los recortes aplicados por algunos países, el máximo responsable de la OCHA cree que hay que profundizar las relaciones con los donantes: desde el Golfo y China hasta el sector privado. Estas dos regiones, aseguró, muestran un compromiso cada vez mayor con la financiación de ayuda humanitaria.
Mientras muchos de los supuestos y fundamentos que orientaron al sector humanitario en las últimas décadas quedan alterados, el coste de la inacción se medirá en sufrimiento, inestabilidad y futuros perdidos.