¡El barco de la vida y de la muerte!
La tragedia de los inmigrantes árabes ilegales está otra vez al día.
Lo que sucedió a finales del mes de septiembre es una verdadera pesadilla que nunca olvidarán los sobrevivientes de este barco que se supone partiría del Líbano para alcanzar Europa en algunos días. Pero nunca llegó. Desgraciadamente, se hundió frente a la costa del puerto sirio de Tartús con unas 150 personas a bordo, según los relatos de sobrevivientes libaneses, sirios o palestinos
Caer en la trampa de los contrabandistas
Jihad Mashlawi, uno de esos supervivientes, pudo nadar durante más de 13 horas para salvarse la vida y con mucha emoción, comenta la hora de partida del barco: “Abu Ali, el traficante, lleva a Ussama Nafez el capitán, para conducir el barco. Al ver el número de viajeros, Ussama se niega categóricamente a conducirlo. Bajo la amenaza del revólver, sale, convencido de que nunca llegará lejos. Cada 15 minutos, el motor se apaga. A 30 kilómetros de la costa libanesa, el mar comienza a agitarse. Las mujeres y los niños se ponen a llorar, a gritar, rogándole que regrese y abandone el viaje. Quince minutos más tarde, el barco es volcado por la fuerza de las olas. De repente, los cadáveres empiezan a surgir por todas partes. Una pesadilla que nunca olvidaré”.
En cuanto a Wissam Al Tallawy, él, trató de “vivir” o “sobrevivir”. Para huir del nivel catastrófico y peligroso de las condiciones de vida, cayó en la trampa de los traficantes y perdió a toda su familia, a su mujer y sus cuatro hijos. “Los niños llevaban los chalecos salvavidas, sin embargo, no pudieron luchar contra la muerte más de algunas horas. Mi esposa y dos de mis hijos, los más jóvenes, no fueron encontrados. Yo, nadé durante horas y horas, más de dos días, sin ver nada ni nadie, tirando a los dos otros hacia delante. Estaba cansado. Me desmayé. Cuando me desperté, vi a mi lado un cadáver y a que también estaba perdido en el mar”.
El pescador de la muerte
En esta tragedia, lo más conmovedor es la intervención de Ibrahim Mulhem, este pescador de 40 años que conoce de memoria al mar y sus sorpresas. El día de la tormenta, a las seis de la tarde, estaba en la orilla con dos de sus amigos, Mahmud Helwe y Ali Eltallaj.
Sin vacilación ni miedo, deciden actuar y lanzarse en el mar: “afortunadamente el viento era del oeste, hacia Tartús, así que, a lo lejos, pudimos distinguir dos o tres cabezas. Dos personas vivas que tratan de llamarnos con mucha dificultad, otra en el mar cuyo chaleco estaba agarrado al barco. Cuando nos vieron, sus ojos estaban llenos de miedo. Y sus cuerpos completamente congelados”.
Con mucha dificultad, esos pescadores trataron de arrastrarlos hacia la playa y llamaron a los socorristas.
Al tocar la arena, una persona se derrumba en el suelo y la segunda cae en schok.
El miedo. El hambre. La sed. La muerte. Estaban completamente desposeídos. Perdidos. Deprimidos.
Sigue Ibrahim contando: “Al día siguiente, mientras poníamos las redes de pesca, vimos trozos de madera cerca de la playa. He aquí en la foto lo que queda del barco, ¡un barco para máximo 80 personas! Y la tormenta empuja los cuerpos. Algunos son comidos por los peces. ¡Es una carne tierna! Otros arrojados a la orilla de la isla Arwad, de la palya de Tartús y de Banias”.
¿De quién es la culpa?
Son víctimas del sueño europeo que vendieron tierras, coches, casas, todo lo que poseían para ofrecer lo mejor a sus hijos. Es gente desesperada frente a traficantes sin alma. ¡Es la transacción de la muerte con ganancias fenomenales y unos beneficios de cuatro mil dólares por viajero!