Una mirada al XXVI encuentro del Foro de Sao Paulo
En el artículo exclusivo para Al Mayadeen Español el autor analiza la importancia de celebrar el Foro, precisamente en Brasil, con la presencia de Lula da Silva, uno de los fundadores de estos encuentros junto al líder de la revolución cubana, Fidel Castro.
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Una mirada al XXVI encuentro del Foro de Sao Paulo.
El Foro de Sao Paulo, mecanismo de concertación de parte considerable de la izquierda latinoamericana y caribeña, concluyó el pasado día 2 de julio su XXVI reunión.
La cita no pasó inadvertida para la prensa, los operadores y líderes de la derecha regional, tampoco para Washington. Que más de un centenar de partidos y organizaciones de izquierda de 27 países de la región, junto a invitados de otros continentes, mantengan vivo este Foro en la actual coyuntura, es una mala noticia para los sectores conservadores criollos y la Casa Blanca.
Bajo el lema “Integración regional para avanzar en la soberanía latinoamericana y caribeña”, los asistentes discutieron sobre la imprescindible unidad de las fuerzas, organizaciones y movimientos políticos y sociales progresistas nacionales y regional; evaluaron la situación de la derecha y sus expresiones fascistas; convergieron en la necesidad de una agenda medioambiental y ecológica que haga frente al cambio climático; analizaron la importancia de tratar el fenómeno de la emigración desde una óptica sistémica e integrada; debatieron sobre la paz y la democracia, sin dejar de mirar la guerra en Europa, sus verdaderas causas y sus implicaciones; y abordaron con seriedad las formas de enfrentar el poder político, cultural, informático y comunicacional de EE.UU. en un momento de progresivo declive de su hegemonía.
Las relaciones de la región con China y Rusia también estuvieron en las discusiones con el fin de clarificar criterios y valoraciones y alinear posturas, justo cuando aumentan los peligros de una conflagración internacional y el fascismo alcanza o calza gobiernos en Europa y relanza sus relaciones con expresiones ultraderechistas latinoamericanas.
La necesidad de que los vectores de lucha impulsados por diversos sectores sociales coincidan en agendas y programas dirigidos a transformar las realidades de la región, sin descuidar diversidades de intereses, pero apostando por un camino que tenga como horizonte sociedades más justas e inclusivas, también fue objeto de debate en esta XXVI Edición del FSP.
Las demandas de las mujeres, los jóvenes, los indígenas, los afrodescendientes, la comunidad LGTBI+, los estudiantes, los trabajadores del campo, propietarios o no, entre otros, deben trascender la sectorialidad en la lucha y coincidir de manera sistémica en la concreción de un escenario para superar las tácticas divisionistas generadas por la derecha, la institucionalidad liberal y las agencias internacionales al servicio del capital.
Las maneras de comunicar y el uso de las redes sociales comienzan a ser un eje en las formas de hacer política de la izquierda latinoamericana. Víctima como ha sido la región de decenas de operaciones políticas blindadas por acciones comunicativas de amplio espectro, diseñadas milimétricamente en los laboratorios de las agencias de inteligencia estadounidenses, y respaldadas por los monopolios mediáticos de la derecha criolla, la izquierda ha comprendido que este tema es una prioridad. Más cuando en los últimos años el discurso reaccionario amplía su receptividad en diversos y teóricamente opuestos sectores.
Aunque hay avances aislados en el uso de las tecnologías de la comunicación, visible en la ruptura de los cercos informativos o en las denuncias de hechos puntuales, las fuerzas conservadoras todavía controlan los principales medios ideologizadores de la región, entendiendo estos como todos aquellos capaces de sembrar valores, ideas y reflejos en las poblaciones. Por 200 años los proyectos de dominación en la región han contado con el respaldo de los monopolios mediáticos y culturales, incluyendo los sistemas educacionales.
Hasta tanto no se dirijan los esfuerzos hacia una transformación cultural que pase por una reforma educacional profunda, la construcción de consensos seguirá siendo cuesta arriba. Como nunca antes las palabras de Simón Bolívar y José Martí adquieren mayor relevancia. Dijo El Libertador: “por la ignorancia nos han dominado, más que por la fuerza”. Mientras que el Héroe Nacional cubano afirmó que “ser cultos es el único modo de ser libres”. En este terreno, la izquierda regional tiene aún mucho por hacer.
El logro de la unidad no solo pasa por la construcción de convergencias en torno a ideas y objetivos, sino que requiere de una madurez política superior capaz de marginar estrechos intereses gremiales, generacionales, grupales o personales, algunos de ellos construidos por el propio sistema o alimentados por el trabajo permanente de terceros, siempre con el ánimo de dividir.
La relación intergeneracional e intersectorial es un viejo desafío. Las zonas de confort, el temor al riesgo, y los límites ideológicos y de clase son obstáculos enraizados en las dinámicas políticas regionales. Solo los históricos liderazgos han sido capaces de saltar esas barreras, y arrastrar a las masas tras un proyecto y una bandera, elementos que acentúa el criterio, para este autor no absoluto, de que nuestras sociedades siguen siendo más sensibles a los liderazgos que a los programas. Toca a la izquierda volcarse a un trabajo distinto, integral y amplio con las bases, que garantice la consolidación de los consensos que pueda ir construyendo sobre la base también de una participación que rebase lo instrumental.
Que esta edición del Foro finalmente haya sido organizada en Brasil, adquiere un valor simbólico y político adicional. El liderazgo regional de Luis Inacio Lula da Silva, fundador en 1990 de este espacio de unidad junto al líder cubano Fidel Castro, reimpulsa el mecanismo, reposiciona a Lula y al Partido de los Trabajadores en la zona, revitaliza las esperanzas, impacta en la movilización, y consolida la posición de Brasil, no solo en el continente, sino como eslabón de enlace con las dinámicas geopolíticas globales lideradas por China y Rusia, tendientes a la multipolaridad.
En conjunto, se envió a la Casa Blanca y a Bruselas un mensaje claro de la intención de la izquierda regional de no dejar pasar esta oportunidad para intentar, de una vez, una transformación social y política que facilite la integración del continente y una mejor y más conveniente inserción en los cambios globales actuales y futuros, en un momento especial de la historia de la humanidad.