La Unión Europea y el riesgo de fracaso ante el abandono de Washington de sus principios en Ucrania
Ante la incapacidad de los países europeos para superar el miedo instaurado por la Guerra Fría en su conciencia, en especial después de que Putin insistiera en imponer una realidad ajustada a su seguridad nacional y rechazara la expansión de la influencia atlántica hacia sus fronteras occidentales, muchos decidieron, después de 2022, alinear sus políticas de seguridad con las de Estados Unidos y la OTAN, sin esperar un cambio tan brusco en su postura hacia Rusia y el conflicto.
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Presidente de Estados Unidos, Donald Trump, expresa la visión de su país sobre la Unión Europea.
No era realista clasificar el conflicto entre Rusia y Ucrania como una mera disputa entre dos países, lo cual permitiría limitar sus resultados e impactos a las fronteras geográficas de ambos.
El movimiento ucraniano que llevó a la caída de Yanukóvich tenía como objetivo involucrarse en una confrontación con Rusia, con vistas a unirse a la Unión Europea y a la OTAN, y transformarse en una especie de punta de lanza de las fuerzas occidentales frente a Moscú.
En esa etapa, a pesar del nivel de relaciones entre los países europeos y Rusia, especialmente en el ámbito de la cooperación energética, la estimación ucraniana asumía un apoyo absoluto de ambos lados del Atlántico en torno al objetivo de "contener a Rusia".
La OTAN había anunciado en 2008 su intención de incorporar a Ucrania y Georgia en el futuro, y ello implicaba la adopción de una estrategia para contener a Rusia dentro de sus fronteras y evitar su expansión hacia el este de Europa.
Por lo tanto, Ucrania vió una oportunidad para liberarse de su realidad tradicional, definida por la sumisión a los requisitos de seguridad nacional rusa después de la Guerra Fría.
A pesar de lo que provocó la operación militar rusa en Ucrania y, antes de eso, la anexión de Crimea, que el líder soviético Jrushchov había cedido en 1954, los países europeos, sobre todo Alemania y Francia, adoptaron una política de confrontación total contra el Kremlin, y brindaron apoyo militar y financiero ilimitado a Ucrania, seguido de 16 paquetes de sanciones económicas contra la nación euroasiática.
Sin embargo, al inicio de la crisis, el enfoque del bloque tendía a fortalecer el escenario europeo, lograr la independencia política y de seguridad, y establecer bases comunes para gestionar la crisis basándose en un criterio que armonizara los intereses de los países europeos con los de la Unión Europea (UE).
Naturalmente, la evaluación europea de la crisis que afecta la integración y la cohesión dentro de las instituciones de su Unión no surgió con la operación militar rusa en Ucrania en 2022, sino que se remonta a 2014, con la anexión de Crimea, e incluso antes, al período posterior a los ataques del 11 de septiembre, cuando comenzaron a percibir la profundidad de las contradicciones y la imposibilidad de conciliar el enfoque europeo con el atlántico.
Los países de Europa del Este mostraron una preferencia por las instituciones atlánticas y desconfiaron de la capacidad de la UE para garantizar su seguridad e intereses.
Como resultado de esta realidad, y ante la incapacidad de los países europeos para superar el miedo instaurado por la Guerra Fría en su conciencia (al punto de considerar la política rusa como una extensión de las políticas soviéticas, en especial después de que Putin insistiera en imponer una realidad ajustada a su seguridad nacional en el este de Europa, y rechazara la expansión de la influencia atlántica hacia sus fronteras occidentales), los países europeos decidieron, después de 2022, alinear sus políticas de seguridad con las de Estados Unidos y la OTAN.
Claro que los gobiernos europeos no previeron que el enfoque estadounidense, que guía las directrices de la OTAN y busca mantener su posición en Europa con la confrontación a Rusia, estaría sujeto a cambios con el tiempo.
Esta unilateralidad estadounidense y la superioridad occidental solo podrían sostenerse mediante un escenario que mantuviera la relación de alianza e integración con la Unión Europea.
De hecho, la administración de Joe Biden no se alejó de este contexto, pues mostró firmeza en su postura y presentó la guerra en Ucrania como una guerra de todos contra Rusia.
Por lo tanto, la Unión Europea apoyó a Ucrania al máximo, superando en muchos casos el enfoque estadounidense.
Al comparar las relaciones de Estados Unidos y Europa con Rusia, se puede apreciar la intensidad de la postura europea en comparación con la estadounidense.
La intersección de los intereses europeos con Rusia, en términos de seguridad energética, y la amenaza potencial debido a la proximidad geográfica, no puede compararse con los intereses estadounidenses, ya que la dependencia energética de Estados Unidos hacia Rusia es casi nula, y la distancia geográfica reduce al mínimo la influencia en términos de seguridad.
Así, lo que inicialmente se describió como una guerra en Ucrania que reflejaba una rivalidad histórica entre Estados Unidos y Rusia por el liderazgo global y el orden internacional, donde Estados Unidos buscaba mantener su hegemonía unilateral, se transformó, desde la perspectiva europea, en una confrontación sobre la soberanía y la seguridad europea frente a un país que, según los europeos, busca imponer su dominio sobre el continente.
Por otro lado, la problemática de la visión estadounidense hacia la Unión Europea se impone, ya que la forma en que Estados Unidos ha interactuado con la UE no ha demostrado una relación estratégica sólida.
La convicción estadounidense de que el peso estratégico de la UE se ha erosionado, especialmente después del Brexit, y la incapacidad de los países miembros para aumentar su contribución defensiva al presupuesto de la OTAN, junto con las voces de algunos, como Francia y Alemania, que abogan por una política de seguridad y defensa independiente de Estados Unidos y la OTAN, ha llevado a percibir esta interacción como pragmática, y a expresar necesidades limitadas, no traducidas en una alianza estratégica incondicional.
En este contexto, Donald Trump representa la visión estadounidense hacia la Unión Europea, ya que desde su elección ha criticado repetidamente a varios de sus miembros, e insinuado la posibilidad de revertir las políticas históricas de su país en relación con los europeos, sin olvidar su amenaza de cortar el financiamiento de la OTAN y la posibilidad de imponer aranceles a los productos europeos.
Respecto a su postura sobre Ucrania, las negociaciones ruso-estadounidenses mostraron la posibilidad de que Trump detuviera su apoyo financiero y militar a Ucrania, y su intención de negociar con Rusia de manera independiente, sin involucrar a la Unión Europea y ni siquiera a Ucrania.
Hasta el momento, la Unión Europea no ha demostrado capacidad para enfrentar esta realidad.
La responsable de Asuntos Exteriores de la UE, Kaja Kallas, enfatizó la necesidad de mantener la alianza con Washington, y mostró disposición a aumentar el gasto en defensa, lo cual sugiere su intención de cumplir con las exigencias de Trump.
A pesar de que Trump enmarcó la solución en Ucrania dentro de los límites de las relaciones ruso-estadounidenses, los representantes europeos no han expresado una postura diferente, que indique una independencia europea en el futuro.
Paralelamente al cambio estadounidense en su relación con Rusia, los países europeos no han explorado cómo realizar un giro que reduzca las pérdidas acumuladas durante la guerra.
En cambio, en los últimos días, han brindado un apoyo desmedido a Zelenski y han impuesto más sanciones a Rusia, a pesar de estar conscientes de la inutilidad de este comportamiento tras el abandono de la Casa Blanca, representado por la aceptación de Trump de no recuperar los territorios anexados por Rusia y no permitir el ingreso de Ucrania a la OTAN.
Hasta ahora, la Unión Europea no ha logrado superar sus divisiones internas ni presentar un modelo avanzado de relación que vaya más allá de la burocracia compleja y los ideales surrealistas que la ataron desde su creación.
La realidad internacional, basada en alianzas de intereses y la búsqueda de hegemonía, no puede ser abordada mediante marcos filosóficos de los que no se puede escapar.
Por lo tanto, la Unión Europea muestra vacilación en su intento de desarrollar una estrategia que garantice su independencia en materia de seguridad y política, lo que podría llevar a la pérdida de su posición destacada en el sistema internacional, si no a su colapso y desintegración.