Normalización con la entidad sionista... los árabes lideraron y los musulmanes siguieron
Azerbaiyán se ha convertido en un campo abierto para el Mossad, especialmente después de que empresarios judíos con pasaportes israelíes tomaran el control de gran parte de los medios de comunicación, logrando inclinar a la opinión pública a favor de “Israel” en su agresión contra Gaza y Líbano.
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Normalización con la entidad sionista... los árabes lideraron y los musulmanes siguieron
Tras 42 años del acuerdo de rendición firmado por Anwar Sadat en Camp David en 1978, seguido por el rey Hussein con el acuerdo de Wadi Araba en 1994, el presidente Donald Trump logró convencer, o forzar, a los gobernantes de Emiratos Árabes Unidos, Bahréin y Marruecos a firmar los llamados Acuerdos de Abraham, precedidos por la visita del criminal Benjamín Netanyahu a Omán el 26 de octubre de 2018.
Más tarde, se sumó el golpista de Jartum, Abdel Fattah al-Burhan, normalizando las relaciones.
Al-Burhan se mantuvo en contacto directo e indirecto con la entidad sionista, que envió a su ministro de exteriores a Jartum el 22 de febrero de 2023, tras una serie de visitas militares y de inteligencia antes y después del golpe que derrocó a Omar al-Bashir en abril de 2019, y tras la rebelión de las Fuerzas de Apoyo Rápido, respaldadas por Emiratos.
Mientras continúan los rumores sobre los aviones de Trump para convencer a Arabia Saudita de unirse a la normalización árabe-israelí, junto con Qatar y, más tarde, Siria, cuyo destino decidirá Washington tras la visita de Trump a Riad, Abu Dabi y Doha del 13 al 16 de mayo, la entidad sionista no descuidará a los países musulmanes, buscando alinearlos con sus políticas regionales contra Palestina, Líbano, Siria, Yemen y, finalmente, Irán.
El interés israelí por las repúblicas islámicas de origen turco en Asia Central y el Cáucaso forma parte de esta estrategia, respaldada por Washington, que busca integrar a estos países, ricos en gas, petróleo y minerales raros, en sus alianzas regionales e internacionales contra Rusia y China.
Todos saben que "Tel Aviv" tiene cuentas pendientes, especialmente con Rusia, por su trato a los judíos en la época zarista y soviética.
La próxima visita de Netanyahu a Bakú (antes del 10 de mayo) no solo responde a este marco, sino también a los cálculos de "Tel Aviv" para una normalización militar y de inteligencia estratégica con Azerbaiyán, vecino de Irán al sur y cercano a Afganistán al norte.
Lo más importante es que este país, que cubre el 60 por ciento de las necesidades petroleras de “Israel”, exportado a través de Turquía, tiene un origen turco y mantiene una alianza estratégica con Ankara, evidenciada en la guerra armenio-azerí de 2022-2023, donde el apoyo israelí fue crucial para Azerbaiyán.
Allí, el lobby judío influye directamente en las decisiones, manteniendo vínculos con "Tel Aviv" y el sionismo global.
Azerbaiyán se ha convertido en un campo abierto para el Mossad, especialmente en zonas fronterizas con Irán, Armenia y Afganistán, mientras empresarios judíos con pasaportes israelíes, azeríes y rusos controlan gran parte de los medios de comunicación, logrando inclinar a la opinión pública a favor de “Israel” en su agresión contra Gaza y Líbano.
Recordemos que Bakú, tras independizarse de la URSS en 1992, al igual que Turquía, que reconoció al “Estado sionista” 10 meses después de su fundación en mayo de 1948, estableció lazos con “Israel”.
El avance israelí en Europa, con la visita de Netanyahu a Hungría el 3 de abril, desafiando a la Corte Penal Internacional, tomará un nuevo rumbo con su incursión en el mundo islámico mediante su viaje a Bakú.
Se rumorea que el presidente Ilham Aliyev media entre Netanyahu y Erdogan, ya través de este, con Ahmad Al-Sharaa, para acelerar la normalización con "Tel Aviv".
La prensa occidental sugiere que Damasco ha aceptado condiciones estadounidenses para el reconocimiento de su nuevo gobierno y el levantamiento de sanciones, donde "Israel" ya es un actor clave, ya sea apoyando a los drusos en el sur, a Damasco, oa los kurdos en el este, coordinándose con actores regionales e internacionales en Siria.
Está claro que "Tel Aviv", con el respaldo de Washington, busca imponer nuevas ecuaciones en la región.
Estados Unidos exige que Siria se una a los “Acuerdos de Abraham”, una petición que Trump también hará a Erdogan durante su reunión en la Casa Blanca a principios de junio.
Antes o después, “Israel” pretende sumar a países como Indonesia, Malasia, Pakistán y Uzbekistán a estos acuerdos, tras convencer a la UE de que las repúblicas centroasiáticas reconozcan a Chipre (controlada por los grecochipriotas) y abran embajadas en Nicosia, pese a las protestas de Ankara.
Mientras se esperan los resultados de la reconciliación entre Turquía e “Israel”, planeada por Erdogan para principios de 2024 tras su encuentro con Netanyahu en Nueva York el 20 de septiembre de 2023, días antes del Diluvio de Al-Aqsa”, los analistas prevén que se concreta tras la gira de Trump por Arabia Saudita, Emiratos y Qatar, actores clave en los desarrollos sirios que afectan a ambos "enemigos".
El comercio bilateral entre Turquía e "Israel" alcanzó récords en la primera mitad de 2023, hasta que Ankara lo suspendió, oficialmente por la agresión a Gaza.
Sin embargo, "Tel Aviv" ha aprovechado la guerra para lograr más "victorias" en Líbano, Siria y Yemen, con indiferencia, o apoyo velado, de regímenes árabes e islámicos que, en su mayoría, ignoraron la agresión sionista o se limitaron a declaraciones huecas, ridiculizadas por los líderes israelíes.
Estos han impuesto a los gobernantes musulmanes una rendición no solo política y económica, sino también ideológica y psicológica, avanzando hacia su sueño histórico-religioso de un "gran Israel" desde los ríos Nilo y Éufrates, incluyendo —en sus ambiciones más extremas— La Meca y Medina.