Rusia: jaque y diplomacia
El desgaste diseñado para Rusia desde la Casa Blanca con algunas suicidas y subordinadas capitales europeas para provocar un golpe estratégico y simbólico a la potencia euroasiática comienza a mostrar sus errores de cálculo.
Los últimos acontecimientos en el frente de guerra europeo indican que las armas rusas asestan duros golpes a las unidades ucranianas.
La narrativa de la prensa corporativa occidental intenta minimizar, tergiversar u ocultar la realidad, pero los hechos marcan un curso distinto al deseado en Bruselas y Washington.
El desgaste diseñado para Rusia desde la Casa Blanca con algunas suicidas y subordinadas capitales europeas para provocar un golpe estratégico y simbólico a la potencia euroasiática comienza a mostrar sus errores de cálculo.
El ejército ruso se ha enfrentado con éxito a fuerzas regulares e irregulares de diversos países, asesorados por la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) apertrechados con sus diferencias técnicas militares, y con líneas constantes de avituallamiento.
Su capacidad militar ha demostrado poderío técnológico, capacidad táctica; y resistencia y cohesión en el frente, lo que ha facilitado un fortalecimiento estratégico del país también en el escenario político.
Peón al paso y otras jugadas rusas
Mucho se ha hablado de la última entrevista dada por Vladímir Putin, presidente de la nación euroasiática, al periodista estadounidense Tucker Carlson. Se trató de una maniobra política y mediática de manual, pero con una conjunción magistral de los conceptos y mensajes, una delicada contextualización de los temas y de una factura impecable. Todo un mazazo dirigido a la audiencia occidental, esencialmente a una parte considerable del público de EE.UU., justo cuando Europa sufre las consecuencias de una guerra evitable, y faltan solo ocho meses para la elección de un nuevo inquilino para la Casa Blanca.
Las repercusiones reflejan con claridad las esquirlas que expandió esta movida del mandatario ruso. Pánico despertó el solo hecho de que un reportero trumpista sirviera de canal para las verdades de Putin, las cuales abonan, sin dudas, vectores que van en dirección distinta al clima actual de las elites gobernantes de Europa y Estados Unidos.
Un segundo movimiento, que no puede pasarse por alto, más allá de los efectos mediáticos, es el hecho que hace solo unos días se reunieran en Moscú representantes de partidos políticos de 55 países en el Foro Por la Libertad de las Naciones, dedicado a condenar las prácticas modernas de colonialismo y neocolonialismo.
Se trata, sin lugar a dudas, de una de las acciones de Moscú para reforzar sus relaciones con el llamado Sur Global, desarticular las estrategias de aislamiento de Occidente, e impulsar la progresiva e inevitable reconfiguración del sistema de relaciones internacionales.
A la cita, organizada por el partido Rusia Unida, asistieron cerca de 60 delegaciones, entre ellos del Partido Comunista de China, del Congreso Nacional Africano, del Partido Socialista Unido de Venezuela, del BAAS sirio, y del Partido Comunista de Cuba. Mientras que algunos, como el también gobernante Partido de los Trabajadores de Brasil enviaron saludos grabados a las sesiones del evento.
La tercera jugada está en desarrollo. El Canciller ruso, Serguéi Lavrov, aterrizó en La Habana, primera escala en su viaje a la región, que incluye a Venezuela y Brasil. En este último país asistirá a la Cumbre del G20.
Ninguna de estas escalas ni los motivos que las provocan generan tranquilidad en Washington. Caracas y La Habana se encuentran en el foco de las agresiones económicas de Estados Unidos y han reiterado su decisión de reforzar los vínculos estratégicos con Rusia. Mientras que Brasil, se consolida como aliado global de Moscú, especialmente en el marco de los BRICS y el G20
A ocho meses de las elecciones, el presidente nrteamericano, Joe Biden tiene poco que mostrar en materia de política exterior. Su manco secretario de Estado no ha logrado hacer siquiera un movimiento audaz en cualquiera de las direcciones, lo que evidencia la pérdida, por el momento, de la iniciativa, no ya en el frente militar, sino también en el terreno político, donde Rusia está jugando duro.