EE. UU. se enfoca en Irán durante la gira regional de su Secretario de Estado
El anticipado ataque sionista-estadounidense contra Irán resultaba casi inevitable, y la verdadera pregunta era si el enemigo esperaría para implementarlo hasta conocer los resultados de la gira del Secretario de Estado de Estados Unidos.
Tras lograr "Israel" ciertos avances tácticos dolorosos contra las fuerzas de Resistencia, entre los cuales destaca el asesinato de los mártires Yahya Sinwar, Sayyed Hassan Nasrallah y Sayyed Hashim Safi al-Din, el sucesor más prominente para liderar Hizbullah tras la ausencia de su secretario general, los estadounidenses consideran que se presentó una oportunidad para imponer la rendición al movimiento Hamas.
Esta propuesta se basa en un acuerdo cuyo titular sería un alto al fuego y la liberación de prisioneros del enemigo, aunque en realidad sus condiciones apuntan a la eliminación de las Brigadas Al-Qassam y otras facciones de la Resistencia en Gaza.
Algunas voces ya comenzaron a sugerir la conveniencia de adoptar tales opciones, de manera explícita tras el martirio de Sinwar, incluso de figuras que, en los últimos años, fueron proyectadas en los medios como simpatizantes de la Resistencia palestina.
Estas personas, que ya desde el 7 de octubre veían aquella jornada como una derrota desde el inicio, no habían expresado públicamente sus posiciones vacilantes y desmoralizadoras, basadas en una ideología negociadora que descarta la lucha armada como un camino viable hacia la liberación.
Tal es el grado de estas posturas que algunos han llegado a sugerir abiertamente la disolución de las Brigadas Al-Qassam, en una invitación directa al pueblo palestino a la rendición.
En este contexto, la reciente gira del Secretario de Estado de Estados Unidos por la región se ajusta a esta visión estratégica, en la que EE.UU. busca cerrar el frente de Gaza para poder concentrarse en el frente del sur de Líbano con Hizbullah.
Incluso es probable que intente también lograr un alto al fuego en el sur de Líbano tras uno en Gaza, o incluso de forma simultánea, aunque sea bajo condiciones menores a las exigidas por el estado ocupante.
Un cese al fuego en esos términos, con algunas cláusulas adicionales al acuerdo 1701, como exigir la implementación de sus términos solo al lado libanés y no al israelí, representaría una derrota para Hizbullah, con nefastas repercusiones tanto internas como regionales.
El objetivo de la alianza sionista-estadounidense es claro e inapelable: alterar el panorama geoestratégico en toda la región del Levante y reintegrar a toda el área en el entorno israelí, para constrarrestar los signos de liberación visibles en los pueblos de la región, que se sacuden el dominio colonial occidental.
Para el eje sionista-estadounidense, este es un momento propicio para intentar lograr su objetivo, al menos mientras los costos que asumen son manejables en comparación con sus grandes aspiraciones.
Además, el entorno israelí muestra una mayor capacidad para soportar grandes pérdidas, dado que perciben esta guerra desde una visión mesiánica, como la "segunda independencia" o "la guerra del apocalipsis", en palabras del primer ministro, Benjamín Netanyahu, quien ha intentado rebautizarla como “guerra de las espadas de hierro”.
Así pues, quienes aún consideran al enemigo sionista-estadounidense como contenido, temeroso o vacilante están observando su actitud como si fuera anterior al 7 de octubre de 2023.
Sin embargo, el logro estratégico final de este eje no será completo sin debilitar a Irán. Lo que ocurre en Palestina y Líbano se enmarca en ese propósito, al desgastar las dos fortalezas principales del eje de Jerusalén: la Resistencia palestina y la libanesa. Esto sería el primer paso hacia la derrota de la nación islámica y árabe en su conjunto.
Por ello, los intentos de EE.UU. de establecer un alto al fuego bajo condiciones impuestas por el enemigo en la situación actual forman parte de un plan para aislar los frentes, de modo que la alianza sionista-estadounidense pueda, a la postre, enfrentarse a un Irán aislado y sin aliados regionales.
Este cambio crucial que el Diluvio de Al-Aqsa trajo consigo abrió la puerta a la realización del sueño de la nación islámica y árabe de combatir unida, en lugar de morir dividida, un anhelo que existe desde las derrotas y divisiones de los acuerdos de Sykes-Picot.
Un inminente ataque sionista-estadounidense contra Irán parecía inevitable, y la cuestión en realidad es si el enemigo esperaría los resultados de la gira del Secretario de Estado estadounidense para lanzarlo, con la esperanza de preparar el terreno mediante la separación de los frentes, o si aceleraría el ataque antes de que se vean esos resultados.
Respecto a la relación entre el golpe planeado contra Irán y las elecciones estadounidenses, parece no ser una conexión acertada.
Una vez más, este enfoque parece aplicarse a las guerras anteriores al 7 de octubre.
Tampoco deberíamos vincular la esperada respuesta iraní a cualquier ataque sionista-estadounidense con los resultados de las elecciones presidenciales de EE.UU., ya que quienes libran la guerra ahora son los demócratas, con su propia visión estratégica para la región y el mundo, y cuyas decisiones también están parcialmente determinadas por los resultados de esta contienda militar.
Quienes no buscaron un alto al fuego antes de las elecciones, sin preocuparse por el impacto que su participación en esta guerra genocida pudiera tener en su base electoral, no se apresurarán a detener la guerra en caso de ganar la contienda electoral.
Por el contrario: la anterior administración de Donald Trump mostró más reticencia a involucrarse en guerras extranjeras, en línea con su enfoque aislacionista y su rechazo al globalismo, independientemente de sus cuestionamientos éticos, ya que toda la élite occidental es cuestionable desde esa perspectiva.
El ala liberal "globalista" de los demócratas, sin embargo, promueve un proyecto en el cual las guerras coloniales resultan piedras angulares, por lo que es simplista suponer que se inclinan más hacia la racionalidad o las soluciones políticas.
La operación "Diluvio de Al-Aqsa" fue descrita con precisión como un terremoto regional, y el resultado de la épica en curso definirá el futuro de la región durante décadas.
Está claro que el enemigo sionista-estadounidense avanzará hasta el final, y que está dispuesto a asumir costos superiores a los de todas sus guerras pasadas juntas.
A juzgar por su manejo en Gaza y el sur de Líbano durante los últimos catorce meses, busca controlar los frentes a través de una estrategia que priorice el agotamiento de uno específico antes de trasladarse a otro.
En ese contexto, aunque las posibilidades de alcanzar un cese al fuego no son nulas, son muy reducidas.
Por ello, lo más probable es que el desenlace sea el de una guerra total y no el de conflictos localizados como la guerra de 2006, o los enfrentamientos que le siguieron en Gaza.