Burkina Faso: la revolución silenciada
Romper este velo de silencio es un elemental deber de solidaridad de todos los revolucionarios. No dejemos de hablar de Burkina Faso y de la inmensa tarea de transformación emprendida por su pueblo.
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Burkina Faso: la revolución silenciada.
En el Sahel africano está en curso una revolución de la cual se habla poco en los grandes medios corporativos. En una zona históricamente dominada por el colonialismo y el neocolonialismo francés, los militares de tres estados: Níger, Mali y Burkina Faso se han hecho con el poder.
A diferencia de otras dictaduras militares que han pululado en el continente africano, muchas veces aupadas y financiadas por los poderes occidentales, los gobiernos de estos países han abrazado una agenda de reconstrucción nacional, recuperación del patrimonio del estado, muchas veces en manos privadas occidentales y defensa de la soberanía nacional y el derecho de sus pueblos.
Particularmente interesante resulta el caso de Burkina Faso. Desde el 30 de septiembre de 2022, luego del golpe de estado al presidente interino Paul-Henri Sandaogo, gobierna el país el joven capitán Ibrahim Traoré. Traoré es uno de los muchos oficiales formados en la lucha contra el yihadismo en el norte del país, profundamente desilusionado con la corrupción imperante y la falta de equipamiento efectivo de las unidades que enfrentaban a los terroristas.
Traoré se ha mostrado como un líder con clara vocación panafricana, fuertemente influido por el ejemplo del gran líder revolucionario burkinés Thomas Sankara, quien impulsara un ambicioso programa de transformación económica y social en su país en la década del ochenta, frustrado por su asesinato en 1987, impulsado y financiado por Francia. En los cuatro años que duró su mandato, Sankara estableció estrechas relaciones con Cuba, llegando incluso a establecer en el país Comités de Defensa de la Revolución, inspirados en la experiencia cubana. Impulsó campañas de vacunación masiva contra la polio, la meningitis, la fiebre amarilla y el sarampión.
También impulsó la alfabetización, dio importantes pasos en el reconocimiento a la igualdad de género y sostuvo un firme programa panafricano y antiimperialista.
No es casual que tanto Sankara como Traoré provengan de las filas del ejército. Es una situación común a muchos países africanos y de otras latitudes. En sociedades tan desestructuradas por la pobreza y la negligencia gubernamental, con escasas oportunidades de acceso a la educación y la cultura, la vida militar se convierte muchas veces en una de las pocas opciones para labrar un futuro estable. En el seno de esta institución no solo se dan oportunidades educativas, sino que además, por ser herramienta de la dominación clasista, se expone más descarnadamente la estructura de dominación de la sociedad.
El militar proviene del pueblo, pero no pocas veces se ve obligado a enfrentarse a este en defensa de los intereses del capital extranjero o nacional. Y mientras más pobre y corrupto es el país, más vive el militar en carne propia el abandono y desdén de sus mandos y de las élites a las cuales está subordinado. Es una cantera donde se puede alimentar la reacción, y de ahí la proliferación de militares golpistas y oportunistas, pero también es un espacio donde puede madurar, en el seno de un sector, una concepción revolucionaria de su sociedad y su país.
La reemergencia del ejemplo de Sankara en la práctica actual del presidente Traoré, evidencian la vitalidad de las ideas, aún cuando las traicionen y pretendan enterrarlas. Y hoy, como hace cuarenta años, los retos de sacar adelante un proyecto soberano y de justicia social en África, en contra de los viejos poderes coloniales, son inmensos. Traoré ha debido enfrentar ya varios intentos de golpe de estado y amenazas de intervención exterior. El yihadismo, muy probablemente estimulado desde afuera, ha aumentado las hostilidades en contra del gobierno, lo cual complejiza la situación de seguridad del país, ya de por sí bastante compleja.
A pesar de esto, en los tres años al frente del ejecutivo, Traoré ha logrado pasos concretos que impactan en la calidad de vida del pueblo burkinés y tienen importantes implicaciones en su futuro. En el plano económico se ha dado un crecimiento del PIB del país entre 2022 y 2024, creciendo de aproximadamente 18 800 millones de dólares en 2022 a 22 100 millone en 2024.
El gobierno de Burkina Faso ha rechazado préstamos del FMI y el Banco Mundial, rompiendo explícitamente los lazos de dependencia financiera con Europa y los Estados Unidos. Asimismo se ha avanzado en la recuperación de los recursos nacionales, como el oro con la creación de una corporación minera estatal y la inauguración en noviembre de 2023 de la primera refinería de oro del país. Antes el mineral se exportaba sin refinar, a precios mucho más bajos.
El gobierno también ha apostado por el desarrollo agrícola, distribuyendo más de 400 tractores, 239 cultivadoras, 710 motobombas y 714 motocicletas a los productores rurales. También se ha facilitado acceso a semillas mejoradas y otros insumos agrícolas. Aunque los números aún son discretos, se ha logrado aumentar la producción de cultivos clave, como el tomate que pasó de 315 mil toneladas métricas en 2022 a 360 mil en 2024 o el mijo, que pasó de 907 mil toneladas métricas en 2022 a 1,1 millones en 2024. Asimismo se establecieron en el país dos plantas de procesamiento de tomates, lanzando incluso una marca propia de conserva de tomates en el mercado y una segunda planta procesadora de algodón.
Se ha impulsado la construcción de carreteras, ampliando las existentes y construyendo nuevas, usando en lo posible a ingenieros burkineses en la ejecución de los proyectos. También se está construyendo el nuevo aeropuerto de Uagadugú-Donsin, con capacidad estimada de un millón de pasajeros al año. También redujo los salarios de ministros y parlamentarios un 30 por ciento y aumentó los de los funcionarios públicos un 50 por ciento.
En política exterior su gobierno ha dado varios pasos osados, en el marco de la actual agudización de contradicciones en la geopolítica global. Con la intención de romper definitivamente con la dominación neocolonial francesa, expulsó en 2023 a las fuerzas francesas del país, incluyendo las que participaban en la Operación Sabre contra el terrorismo.
Luego de abandonar la Comunidad Económica de los Estados de África Occidental, creo junto a Níger y Mali la Alianza de Estados del Sahel, que contempla varias cláusulas para la contribución al desarrollo y la defensa mutua. En un claro alejamiento de occidente, ha fortalecido lazos con Rusia en materia económica y de seguridad, incluyendo un acuerdo para la construcción de una central nuclear en el país y con China, país que impulsa numerosas inversiones en territorio burkinés.
Aunque algunos de estos logros pudieran estar hasta cierto punto magnificados, lo cierto es que en Burkina Faso avanza una profunda transformación económica, política y social, con pasos concretos que redundan en una mayor calidad de vida para su población y una mejor redistribución de la riqueza nacional. Por supuesto, los retos de una agenda como esta son inmensos.
El 3 de abril de 2025, durante la Audiencia de las Fuerzas Armadas del Senado, el general Michael Langley, comandante del AFRICOM, acusó al régimen de Burkina Faso de estar sobornado por China y usar “sus reservas de oro para proteger el régimen de la Junta”, lo cual pudiera abrir la puerta a futuras acciones de Washington en contra del gobierno burkinés.
El peligro más inmediato, en la actualidad, como ya se había señalado, proviene del exponencial aumento de la actividad de los grupos yihadistas en el país.
Al igual que a muchas otras transformaciones revolucionarias en el pasado, lo que ocurre en Burkina Faso es cubierto por un manto de silencio y difamación por los grandes poderes occidentales, los cuales sin dudas se disponen a aplicar con IbrahimTraoré la misma solución que, en su momento, aplicaron con Sankara. Romper este velo de silencio es un elemental deber de solidaridad de todos los revolucionarios. No dejemos de hablar de Burkina Faso y de la inmensa tarea de transformación emprendida por su pueblo.
En un momento en que el capitalismo aspira a presentar las revoluciones como trastos del pasado, siguen procesos como este recordándonos la actualidad de la tarea revolucionaria. Más de un siglo después, la cadena imperialista continúa rompiéndose por sus eslabones más débiles.