Venezuela: el convite de Petro
El autor pone en contexto la decisión del presidente colombiano, Gustavo Petro, de realizar una conferencia internacional sobre Venezuela; y analiza los intereses de varios actores involucrados en el tema.
El presidente colombiano, Gustavo Petro anunció que convocará a una conferencia internacional sobre Venezuela con el objetivo de diseñar una “hoja de ruta” de cara a lograr una mayor estabilidad en la tierra de Hugo Chávez.
Petro, que hace mucho tiempo ha demostrado sagacidad en la política, argumentó que aspira a facilitar “el diálogo político efectivo de la sociedad y el Gobierno venezolano”.
El anuncio se concretó cinco días después de efectuada la quinta reunión con su homólogo Nicolás Maduro. Ambos mantienen un ritmo sostenido en la recontrucción de los vínculos económicos, políticos y sociales entre los dos países.
Los huevos de la canasta
Al convite de Petro quizás se ausenten pocos actores de esta compleja trama. No podemos obviar el contexto global en que se desenvuelve el asunto ni el peso en la balanza energética que tiene Venezuela.
En el caso de Colombia, además de la agenda de cambios que intenta adelantar Petro, su principal apuesta sigue siendo la “paz total”, pues sin el avance que significó el Acuerdo de La Habana, la realidad colombiana de hoy seguiría siendo una quimera. Y para mantener lo ganado y avanzar más, es indispensable cerrar de una vez el capítulo de la guerra con los grupos irregulares que aún operan allí
En ese empeño, tal y como lo comprendió Juan Manuel Santos y su equipo, Petro necesita de Venezuela, no solo por cuestiones logísticas, de seguridad y confianza para todas las partes negociadoras, sino por la autoridad política de la Revolución Bolivariana.
Esto explica en parte por qué Petro llama a facilitar con su convite un “diálogo político efectivo”, entre la sociedad y el Gobierno de Maduro. La estabilidad de Venezuela, asediada por una política fallida de los últimos gobiernos de Estados Unidos, es fundamental para los planes internos de Gustavo Petro y en eso es evidente la coincidencia con Maduro.
En términos económicos, la estabilidad de Venezuela y el desarrollo de vínculos fraternos representa para ambos países enormes beneficios. En el 2008 el intercambio comercial superaba los siete mil millones dólares. Tras el progresivo declive de las relaciones, que tocaron fondo en el gobierno del derechista y trumpista Iván Duque, apenas superó los 200 millones de dólares entre dos naciones que comparten una misma cultura y una frontera de más de dos mil 200 kilómetros.
Otro elemento que no se puede soslayar es el esfuerzo de Petro por colocar a Colombia en el centro de las dinámicas geopolíticas regionales, con un enfoque incluyente, con “una nueva visión”, como afirmara el canciller Alvaro Leyva. De prosperar este llamado y de lograrse acuerdos concretos, se lanzaría un fuerte mensaje a Washington sobre la determinación colombiana de mantener su política exterior por otros caminos y demostraría la capacidad de la zona para encontrar dentro de ella la solución a sus problemas.
La actitud recíproca de Petro ha sido aplaudida en Caracas. El desenlace hoy en Venezuela pasa por la exigencia del gobierno para que se levanten las medidas de agresión económica implementadas por Estados Unidos y sus aliados de occidente, mientras que la oposición, apoyada por la Casa Blanca, exige “elecciones libres”.
Las fuerzas de la Revolución lideradas por Maduro han dado muestras suficientes de agudeza y experiencia políticas. Su resistencia victoriosa a todos los planes desestabilizadores inimaginables es prueba irrefutable de su capacidad y del respaldo que conservan en el pueblo.
La voluntad de diálogo del Gobierno bolivariano con la oposición es también conocida. Las conversaciones en República Dominicana, Oslo, Barbados y México no han tenido los resultados esperados por la debilidad política y la división de los grupos y partidos de oposición, y por su dependencia del vecino del norte.
Para el Ejecutivo venezolano, la conferencia de Petro sería una oportunidad para revitalizar las negociaciones con sus oponentes y lograr acuerdos que conduzcan al levantamiento de las medidas de presión económicas, especialmente la liberación de activos por valor de miles de millones de dólares retenidos ilegalmente en Estados Unidos y Reino Unido.
Para Maduro, el tema de las “elecciones libres” no es un problema, pues si en un país hay elecciones más que libres es en Venezuela y eso lo sabe la Casa Blanca. El asunto no pasa de ser un pretexto para mantener el asedio en virtud de la incapacidad de la oposición de romper la hegemonía ideológica del chavismo.
Al mismo tiempo, una Conferencia internacional con el gobierno de Maduro sentado en ella, sería un reconocimiento a la victoria estratégica obtenida por la Revolución Bolivariana en estos años y una constatación del fracaso de la política de máxima presión y aislamiento implementada por Trump y que Biden no ha podido sostener.
La oposición, sin iniciativas políticas audaces, acéfala, dividida y sujeta a los intereses de Estados Unidos, intenta recomponer su lugar en el tablero de cara a las elecciones presidenciales de 2024 y mal haría si pierde esta oportunidad en la que estarán sentados sus referentes y financistas: Washington, Bruselas y varias capitales europeas.
Ya desde Estados Unidos se conocen reacciones a la idea de Petro. Brian Nichols, subsecretario del departamento de Estado yanqui, ha manifestado que estaría dispuesto a asitir a la Conferencia. La Casa Blanca, sumida en tensiones globales, no puede darse el lujo de mantenerse al margen de cualquier iniciativa que afecte sus intereses en la región.
La importancia energética y política de Venezuela no le es ajena, más cuando el país sudamericano recupera su economía a pesar de la guerra económica a que ha sido sometida. Mientras que la relación con Colombia está en franca reconstrucción pues ya Washington no está tratando con una marioneta.
Estados Unidos irá entonces a la cita para lograr mantener sus posiciones y darle aliento a sus peones cuando tengan que mirarle a los ojos a los representantes del gobierno legítimo de Venezuela.
En el caso de los europeos, esquilmados por los precios del gas que importan desde EE.UU., también tienen necesidad de asistir. La Unión Europea, tras el fracaso del fantasma Guaidó, ha dado pasos, a su manera, conducentes a una normalización de las relaciones con Venezuela. No obstante, hay diversidad de posturas. Ejemplos elocuentes son España, Noruega y Reino Unido.
España fue de los primeros en caer en la trampa Guaidó, una mancha histórica para la credibilidad de su política exterior, que además dio asilo al terrorista Leopoldo López, ayudando, no sabemos si consciente o no, al gobierno de Maduro a librarse de tan singular personaje.
Noruega ha tenido un papel relevante en las negociaciones de paz en Colombia, justamente de la mano de Venezuela, y ambas han podido construir una relación de respeto. Por ello, al margen de los intereses noruegos, Caracas invitó a Oslo a ser garante de los diálogos en México y seguramente mantendrá un papel activo en caso de que surjan acuerdos en la Conferencia.
En el caso de Londres, la retención ilegal de activos soberanos de Venezuela, bajo el pretexto infame del interinato de la caricatura Guaidó, es un problema que urge solucionar, por los precedentes que estableció en cuestiones políticas, jurídicas, diplomáticas y financieras, decisión que es rechazada y denunciada por el gobierno legítimo de Nicolás Maduro.
Solo resta esperar la apertura de la Conferencia, que aún no tiene fecha establecida. Lo cierto es que el convite de Petro confirma que en América Latina y el Caribe los aires siguen soplando desde el sur.