Algunas lecciones a 100 días del genocidio contra Palestina
Quizás la más importante lección de estos días para todas y todos los que seguimos atentamente lo que ocurre en la región es la convicción de que Palestina vencerá. A pesar del dolor, la devastación, la infancia mutilada que impone el agresor israelí, la voluntad de un pueblo por ser soberano siempre prevalecerá.
Este 14 de enero se cumplieron 100 días de esta nueva fase del conflicto entre “Israel” y Palestina. Más de 24 mil palestinos han perdido la vida producto de los brutales bombardeos sionistas y la situación en Oriente Medio es cada vez más tensa, agravada por los recientes ataques de la coalición comandada por Estados Unidos contra Yemen.
Estos 100 días de genocidio continuado permiten extraer una serie de lecciones de carácter regional e internacional.
La primera y tal vez más importante por sus repercusiones sobre la arquitectura geopolítica edificada después de la II Guerra Mundial es la incapacidad patente de los organismos internacionales para poder incidir sobre determinados conflictos. Y, asociado a esto, los dobles estándares con los cuáles se miden las diversas situaciones.
A pesar de las múltiples reuniones de la Asamblea General y el Consejo de Seguridad de la ONU, las denuncias de las diferentes agencias y organismos internacionales asociados a esta e, incluso, la petición del propio Secretario General, no se ha tomado ningún curso de acción concreto que detenga la agresión homicida israelí sobre la población palestina en Gaza y Cisjordania.
También queda en evidencia el cinismo de los supuestos “valores humanos universales” sostenidos por los grandes poderes de Occidente y bloques como la Unión Europea, que más allá de algunos tibios pronunciamientos, han apoyado simbólica y económicamente a “Israel” y criminalizado las manifestaciones en apoyo a Palestina en sus países. Todo esto en claro contraste con la agilidad sancionatoria y el tono de superioridad moral con los cuales se han acercado a otros conflictos.
La crisis en la cual las grandes potencias occidentales están sumiendo a la ONU, crisis palpable en estos 100 días transcurridos, tendrá consecuencias geopolíticas incalculables para el futuro cercano.
También lección de estas jornadas es que la capacidad militar del ejército israelí no era tan alta como la propaganda sostenía, ni los movimientos de resistencia palestina son tan débiles e impopulares como se nos quiso hacer creer.
La resistencia palestina es hija de las condiciones coloniales y violentas impuestas por el estado israelí desde 1948 sobre la población palestina en los territorios ocupados y las reducidas porciones de tierra que aún permanecen en manos palestinas. Su vocación de lucha es directamente proporcional a la brutalidad e impunidad del enemigo al cual se enfrentan y son la expresión, en primera instancia, de la voluntad de lucha de un pueblo decidido a no dejarse despojar de sus tierras históricas y que no acepta ser tratado como subhumano por la ideología deshumanizadora y supremacista del sionismo.
En su desarrollo la resistencia palestina se ha articulado con el denominado Eje de la Resistencia, una poderosa articulación que ha sido clave para frenar los planes imperialistas en la región e impulsar una agenda panárabe de lucha y colaboración. Son precisamente las fuerzas que componen ese bloque los que más decididamente han asumido la causa de la defensa del pueblo palestino, forzando a “Israel” a abrir costosos frentes en su frontera con El Líbano y golpeado duramente su comercio marítimo en el Mar Rojo.
Otra importante lección, que por sabida no deja de ser útil volver a constatarla, es que la gran prensa corporativa occidental no es más que una herramienta al servicio del imperialismo y sus agendas. Por eso han abrazado incondicionalmente el discurso de “Israel” como estado víctima del “terrorismo” del cual no hace más que defenderse. Su lectura del conflicto no solo es engañosa, sino que además es cómplice, al ocultar a la opinión pública de sus países la dimensión del genocidio que se comete contra Gaza.
Contra el discurso sostenido por esta prensa corporativa, “Israel” no busca solo defenderse y garantizar su seguridad. Al igual que en las numerosas operaciones del pasado reciente, la actual apunta a un gran objetivo principal: destruir toda posibilidad de vida en el enclave costero de Gaza. Los recientes bombardeos y acciones apuntan a que no solo pretenden destruir todas las facilidades y servicios vitales para la vida, sino que pretenden quebrar moral y psíquicamente la voluntad del pueblo palestino al asesinar y arrestar a su médicos, paramédicos, rescatistas, al arrestar a individuos que son símbolo de la resistencia en el enclave o al destruir una universidad o mezquita, lo cual no solo viola las disposiciones humanitarias al respecto, sino que apunta a destruir la esperanza.
Los altos mandos israelíes entienden por pacificar lo mismo que entendían los romanos al final de la tercera Guerra Púnica: un desierto arado con sal. Aplican, conscientemente, la vieja máxima latina de Tácito: “A la rapiña, el asesinato y el robo los llaman con nombre falso gobernar, y dónde crean un desierto, lo llaman paz.”
Pero quizás la más importante lección de estos días para todas y todos los que seguimos atentamente lo que ocurre en la región es la convicción de que Palestina vencerá. A pesar del dolor, la devastación, la infancia mutilada que impone el agresor israelí, la voluntad de un pueblo por ser soberano siempre prevalecerá.