¿Realmente la administración Biden quiere poner fin a la guerra en Gaza?
La Casa Blanca insiste en responsabilizar a Hamás por las tambaleantes negociaciones y el fracaso en alcanzar un acuerdo que conduzca a un alto al fuego, aunque es consciente de que sólo el gobierno de Benjamín Netanyahu debe ser considerado responsable.
En las últimas semanas, la diplomacia de Estados Unidos ha sido testigo de una serie de medidas destinadas a sugerir que la administración de Joe Biden está tratando seriamente de poner fin de inmediato a la brutal guerra que lleva nueve meses en la Franja de Gaza.
Varios factores ayudaron a consolidar esta sugerencia, pero los más importantes son su creciente conciencia de la imposibilidad de que la entidad sionista logre los objetivos perseguidos con esta guerra, y la escalada de temores sobre la posibilida de convertirse en una guerra regional que arrastre a Irán, justo cuando necesita calma para centrarse en las elecciones presidenciales.
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También cuenta la urgente necesidad de Biden de ganar los votos de las comunidades judía y árabe en su país en estas elecciones, extremadamente sensibles, un objetivo difícil de lograr si no tiene éxito en cerrar un acuerdo equilibrado, que garantice el cese de los combates, al menos durante los próximos meses; y el deseo de mejorar la imagen de Estados Unidos, muy "distorsionada" por las violaciones y operaciones genocidas cometidas por el ejército israelí en Gaza con armas estadounidenses.
El 31 de mayo de 2024, Biden pronunció un discurso dedicado íntegramente a presentar una iniciativa destinada a alcanzar un acuerdo de paz estructurado en tres etapas. Como mencionó entonces, su iniciativa se basaba en “propuestas israelíes”, y exigió a Hamas aprobarla para comenzar a ponerla en práctica de inmediato.
Sin embargo, la polémica que surgió a raíz de este discurso dejó en evidencia que la iniciativa Biden no había sido discutida previamente dentro de los órganos de toma de decisión del gobierno de la entidad, por lo que no está sujeta a consenso de las varias corrientes que componen este gobierno de coalición, y ni siquiera cuenta con un apoyo claro o completo por parte del propio Netanyahu.
Sin embargo, puede decirse que esta polémica, aunque causó gran frustración a la mayoría de los observadores, no desanimó a Biden ni debilitó su decisión de seguir adelante por el camino eligido, lo cual explica su intento posterior de darle más impulso a su iniciativa y una cobertura internacional más amplia, trabajando en transformarla en un proyecto de resolución que se presentará al Consejo de Seguridad, para que se convierta en una iniciativa global más que estadounidense.
De hecho, la administración Biden no dudó en aceptar enmiendas a su borrador original para obtener el apoyo más amplio posible de los Estados miembros del Consejo de Seguridad, que es lo que realmente sucedió.
Cuando la versión final del proyecto de resolución se sometió a votación en el Consejo de Seguridad, el 10 de junio de este año, recibió la aprobación de 14 países, mientras una delegación, la Federación de Rusia, se abstuvo de votar, y luego la iniciativa de Biden pasó a ser una Resolución del Consejo de Seguridad, cuyo número es la 2735.
Cuando quedó claro que esta resolución de la ONU no tuvo el efecto deseado, a pesar de que Hamas declaró su aprobación en principio, debido a la ambigüedad que rodea a algunos de los artículos de la iniciativa, la administración Biden no desesperó, sino que expresó su voluntad de proponer una nueva formulación de algunos textos, especialmente el texto relacionado con cómo pasar de la primera a la segunda etapa, durante la cual se supone que se completará la implementación del acuerdo de intercambio de prisioneros y se acordarán las condiciones para alcanzar una “calma sostenible”.
Hace unos días, la administración Biden expresó su voluntad de presentar una nueva redacción para el texto del artículo ocho de esta iniciativa, el cual estipula la necesidad de “comenzar a entablar discusiones indirectas entre las dos partes, como más tarde, el día dieciséis de la primera etapa, a fin de acordar las condiciones para la implementación de la segunda etapa de este acuerdo, incluidos los términos relacionados con el intercambio de detenidos y prisioneros, siempre que éste se concluya y acuerde antes de finalizar la quinta semana de esta etapa”. Pero aquí radica el complejo básico que impide llegar a un acuerdo.
Hamas, junto con las demás fuerzas de la Resistencia palestina, quiere negociaciones serias que garanticen un alto al fuego completo y permanente, una retirada completa de las fuerzas israelíes de todas partes de la Franja de Gaza, incluidos los ejes Filadelfia y Netzarim, la entrada de ayuda en cantidades suficientes, tan pronto como el acuerdo entre en vigor, al pueblo palestino en todas las zonas de la Franja de Gaza, y poner fin al asedio y comenzar las operaciones de reconstrucción.
Al no confiar ni en el gobierno israelí ni en la administración estadounidense, totalmente parcial hacia “Israel”, Hamas expresó su deseo de obtener garantías internacionales para implementar los acuerdos alcanzados, y expresó su entusiasmo de que Rusia, China y quizás también el Consejo de Seguridad estén entre los garantes de su implementación.
En cuanto a "Israel", ha quedado claro que sólo quiere una cosa: el regreso de todos los prisioneros, tanto vivos como muertos, pero hasta el momento se niega a una retirada completa de la Franja de Gaza e insiste de que sus fuerzas permanezcan en determinadas partes de la mismo, especialmente en los dos ejes de Netzarim y Filadelfia; e incluso se niega a respetar un alto al fuego permanente, lo cual significa que insiste en reservarse el derecho de rastrear y perseguir a las fuerzas de Hamas, para impedirle reorganizar sus filas y evitar que puedan reforzar de nuevo su control civil o de seguridad en la Franja de Gaza. Por tanto, se puede decir que la brecha entre ambas partes sigue siendo muy amplia, e incluso parece insuperable.
La administración Biden aún no ha revelado la redacción final que propone para el texto del artículo 8 de la iniciativa, pero la mayoría de los informes de los medios confirman que está ejerciendo una intensa presión, tanto sobre Egipto como sobre Qatar, para obligarlos a su vez a ejercer toda la presión que puedan sobre Hamas y presionarlo para que acepte este borrador y, por tanto, acepte la iniciativa en su conjunto.
Lo que llama la atención es que la administración Biden todavía insiste en responsabilizar plenamente a Hamas por las vacilantes negociaciones y el fracaso en alcanzar un acuerdo que conduzca a un alto al fuego, aunque es consciente de que sólo el gobierno de Netanyahu debería ser plenamente responsable.
No hay duda de que esta administración escucha a diario las declaraciones de Netanyahu, que todavía hablan del rechazo total de su gobierno a un alto al fuego, a menos que logre lo que llama una “victoria absoluta” sobre Hamas. También escucha a muchos de sus ministros, encabezados por Smotrich y Ben Gvir, mientras hablan de la necesidad de volver a ocupar la Franja de Gaza y de la importancia de volver a construir asentamientos allí. Algunos incluso hablan de la necesidad de anexar oficialmente Cisjordania a la entidad ocupante.
Por lo tanto, es probable que la administración Biden no logre cerrar la brecha existente entre el gobierno de Netanyahu y el movimiento Hamas, especialmente porque su posición es sesgada hacia el proyecto sionista, a pesar de aparentes diferencias menores con las posiciones actuales del gobierno de Netanyahu, no le permite desempeñar el papel de mediador honesto ni presentar ninguna visión seria que pueda conducir a una solución real a la causa palestina.
En su intervención en el Institución Brooking, Anthony Blinken, secretario de Estado de la administración Biden, presentó la visión de su administración para “el día después de la guerar”, basada en tres NO; No a que Hamas vuelva a gobernar la Franja de Gaza, No a una nueva ocupación israelí de la Franja de Gaza, y no a ningún vacío o caos en Gaza.
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Respecto a la alternativa que prefiere Biden, Blinken dijo: “La Franja de Gaza no puede quedarse sin gobernanza, y hemos trabajado con nuestros aliados árabes durante todo el mes pasado para desarrollar planes para el futuro de Gaza”. Blinken explicó lo que quería decir con el vacío en Gaza, diciendo: “Un vacío en Gaza significa el regreso de la ocupación israelí a la Franja de Gaza, o el control continuo de Hamas sobre ella, o dejarla en el caos, lo cual es inaceptable”.
Algunos medios estadounidenses e israelíes indicaron, hace unos días, que la administración Biden tiene planes de gestionar la Franja de Gaza en la fase “post-Hamas”, independientemente de que este último acepte o no el acuerdo de intercambio de prisioneros. Estos planes se basan en tres aspectos; el primero: el gobierno de Netanyahu anuncia unilateralmente que ha logrado una victoria completa sobre Hamas, después de infligirle grandes pérdidas que lo incapacitan para dañar a “Israel” o llevar a cabo un ataque similar al que llevó a cabo el pasado 7 de octubre.
Segundo: las fuerzas israelíes permanecerán en los ejes de Netzarim y Filadelfia por un período ilimitado, para perseguir a los remanentes de Hamas, por un lado, y hacer frente a cualquier amenaza que pueda surgir, por el otro lado.
Tercero: Formar una fuerza armada para controlar la seguridad en la Franja de Gaza, compuesta por unidades egipcias, jordanas, emiratíes y marroquíes, y supervisada por un comité directivo dirigido por oficiales estadounidenses fuera de la Franja de Gaza, que sea responsable de llevar a cabo tareas logísticas.
No se necesita ningún análisis en profundidad para llegar a la conclusión de que este concepto fue diseñado para servir plenamente a los objetivos israelíes y, por lo tanto, es difícil imaginar que algunos países árabes estarían dispuestos a adoptarlo o incluso simplemente tratarlo como una propuesta discutible. Esta percepción sólo tiene un significado, que es que la administración Biden está pidiendo a los países árabes “aliados” que emprendan personalmente la lucha contra Hamas en nombre de “Israel”, y así brinden apoyo y asistencia a un régimen racista, colonialista y expansionista que se estableció sobre los cráneos de cientos de miles de mártires palestinos.
Por lo tanto, creo firmemente que la visión estadounidense para el período posterior al cese de los combates en Gaza fracasará inevitablemente, porque significa que su verdadero objetivo no es poner fin a la brutal guerra en Gaza, sino más bien permitir que la entidad sionista obtenga a través de política lo que no pudo obtener en el campo de batalla.