La farsa imperial contra Venezuela
El objetivo, explícito e implícito, es volver a la política de máxima presión contra el gobierno legítimo de Venezuela, desconocer toda la institucionalidad del país y generar un nuevo escenario de violencia y desabastecimiento en las calles.
En una muy conocida sentencia, Marx afirma que todos los hechos históricos se repiten al menos dos veces: la primera como tragedia, la segunda como farsa. La oposición venezolana y los Estados Unidos han demostrada que la farsa y la tragedia no tienen por qué darse por separado, que bien pueden venir como parte del mismo proceso. Así, luego del autonombramiento de Guaidó con toda la estela de violencia que trajo para la sociedad venezolana, estamos ante el proceso de construcción de un nuevo y autonombrado presidente espurio del país.
El Guaidó 2.0 sostenido por María Corina, la ultraderecha nacional e internacional, Elon Musk y los Estados Unidos, proclama una victoria electoral sobre la base de supuestas actas en poder de la oposición y que han sido subidas a un sitio web creado por la misma oposición en violación de la legalidad electoral del país y en franco desconocimiento del máximo ente rector electoral, el Consejo Nacional Electoral (CNE).
Esta narrativa del fraude, que no es nueva en la historia reciente del país, ha servido para poner en marcha una articulación internacional que cuenta con el apoyo de los grandes medios cartelizados y otras herramientas al servicio de la hegemonía norteamericana, como el Centro Carter y la infame Organización de Estados Americanos, (OEA), capitaneada por el impresentable Luis Almagro, siempre feliz de arremeter contra cualquier proceso de izquierda.
El objetivo, explícito e implícito, es volver a la política de máxima presión contra el gobierno legítimo de Venezuela, desconocer toda la institucionalidad del país y generar un nuevo escenario de violencia y desabastecimiento en las calles. Esto también traería consigo el fin o el congelamiento, al menos, del tímido proceso de diálogo iniciado entre Washington y Caracas y que ha aliviado un tanto la situación en la industria petrolera del país a raíz de una serie de licencias otorgadas a compañías norteamericanas.
Para propiciar la desestabilización violenta del país, la oposición venezolana activó, desde la misma noche-madrugada del día 28 de julio, una serie de grupos violentos, denominados como “comanditos”, que ya han dejado una estela de muerte y destrucción, costando hasta el momento más de 10 vidas. La naturaleza de estos ataques, como la de las “guarimbas” del pasado reciente, es esencialmente terrorista. Los blancos elegidos no son solo de naturaleza política, sino que apuntan a causar el mayor daño posible, afectando servicios básicos o atacando en espacios públicos.
En las jornadas transcurridas, estos “comanditos” han atacado 12 universidades, siete escuelas de educación inicial, 21 escuelas de educación primaria, 34 liceos, seis centros de diagnóstico integral, un centro de salud de alta tecnología, 30 ambulatorios, una farmacia, seis centros de almacenamiento de alimentos y supermercados CLAP, una radio comunitaria, 11 estaciones del Metro de Caracas, 38 unidades de autobús, 10 sedes del CNE, varias alcaldías, estaciones de policía, sedes ministeriales, estatuas, etc. Todo esto sumado a un masivo ataque cibernético que ha dañado el Sistema Patria, a través del cual reciben bonos millones de venezolanos y venezolanas, la página del CNE y otras páginas de ministerios y organismos del estado.
Sin embargo, esta realidad permanece invisibilizada por los grandes medios de Occidente, los cuáles prefieren mostrar la narrativa de María Corina y Edmundo González como perseguidos políticos, cuya vida corre peligro. Pero el problema de fondo va mucho más allá de estos dos personeros de la ultraderecha local, ambos con vínculos históricos con la CIA y el Departamento de Estado norteamericanos. Ellos son meras herramientas al servicio de intereses, de los cuáles Elon Musk es una expresión más, que ansían recuperar el control político y sobre los recursos naturales de Venezuela.
Desde el punto de vista político, Venezuela ha sido un actor político contrahegemónico fundamental para América Latina y el mundo. No solo desempeñó un papel en la creación y fortalecimiento de espacios de articulación fundamentales, como la CELAC y el ALBA-TCP, sino que, usando sus inmensos recursos petroleros fortaleció el desarrollo y la soberanía de los países del Caribe insular y otros estados y grupos sociales. Su sistema de alianzas internacionales, que abarca a países como Irán, Rusia y China, le ha permitido sortear las sanciones norteamericanas, recuperar su economía y jugar un papel importante en la nueva geopolítica que emerge en el mundo contemporáneo. Un paso decisivo, en el futuro cercano, sería la previsible incorporación del país al bloque de los BRICS.
Desde la perspectiva de los recursos naturales, la nación, situada en el espacio geográfico conocido como escudo precámbrico, es rica en depósitos de hierro, aluminio, manganeso, oro, diamantes, tierras raras (fundamentales para la industria tecnológica moderna), torio y caolín. Esto sumado a unas reservas petroleras estimadas en casi 300 mil millones de barriles de petróleo, lo cual la convierte en la nación con mayores reservas del preciado combustible fósil, y unas tierras extremadamente fértiles donde se dan una gran variedad de cultivos, lo cual ha permitido al país llegar, en el momento presente, a producir el 97 por ciento de los alimentos que consume.
Las dos dimensiones apuntadas con anterioridad ayudan a explicar la agenda intervencionista impulsada por la derecha regional y que ya cuenta con el apoyo explícito de Washington. En pocas horas, Perú, Ecuador, Costa Rica y Panamá reconocieron al nuevo presidente autonombrado de Venezuela. Para no ser menos que sus peones regionales, el secretario de Estado norteamericano, Anthony Blinken, ha salido a declarar a Edmundo González, como el “claro” ganador de estas elecciones. Este accionar es maravillosamente complementado por la actitud timorata y ambivalente seguida por varios gobiernos de la izquierda regional, cuyas inconsecuencias han servido para agravar el conflicto.
Las pruebas que sustentan la narrativa golpista son, esencialmente, la no presentación de los resultados desglosados por mesa por parte del CNE y las actas que subió la oposición a su sitio web como prueba de su victoria. Respecto a la demora del CNE, se ha explicado en múltiples ocasiones que es resultado del masivo ataque cibernético al cual ha sido y es sometido el país desde el propio día 28 de julio, el cual se puede rastrear en las herramientas gratuitas disponibles en internet para seguir este tipo de ataques a escala global. El ataque en cuestión está orientado a impedir la transmisión de información y mantener caída la página del CNE, algo que abre, al menos formalmente, la pregunta ¿si la oposición está segura de su victoria electoral, por qué orquestar un ataque cibernético de esta magnitud?
En lo referente a las actas subidas en el sitio web de la oposición, Jorge Rodríguez, presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, en rueda de prensa conjunta con el presidente Nicolás Maduro, presentó un minucioso análisis pericial realizado a las actas presentadas por la oposición. Muchas carecen de las firmas correspondientes para ser documentos válidos, presentan “firmas planas” o están rotas o incompletas, lo cual impide verificar su validez. En no pocos casos, se han identificado personas muertas que se presentan como electores del autonombrado Guaidó 2.0.
Por si fuera poco, el presidente Nicolás Maduro puso a disposición del Tribunal Supremo de Justicia, uno de los poderes independientes de la nación, la totalidad de las copias de las actas en posesión del PSUV, pidiendo al resto de los partidos políticos concurrentes hacer lo mismo. Todos los candidatos asistieron a la primera audiencia, a excepción de Edmundo González.
La estrategia en marcha contra Venezuela no se trata, entonces, de hacer valer un supuesto “respeto a la democracia”, sino de desconocer la soberana voluntad popular e imponer el candidato que mejor se ajusta a los intereses imperiales. Para eso, y fieles a sus manuales, se aplican contra el país las mismas estrategias que fracasaron en el pasado, esperando que tengan resultados diferentes. Sin embargo, más allá de la certeza de que el gobierno bolivariano y su pueblo vencerán, está también la comprensión más clara de la naturaleza fascista y violenta de la ultraderecha regional y local, la cobardía del imperialismo y la naturaleza de “ciertas izquierdas” que dudan y se confunden con demasiada facilidad.