Los Ángeles: la gota que desbordó el vaso
El racismo y la xenofobia son el combustible que alimenta las protestas en Los Ángeles y la violenta represión.
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Los Ángeles: la gota que desbordó el vaso.
La Tercera Ley de Newton plantea que toda acción genera una reacción de igual intensidad, pero en sentido opuesto. Esto, que es válido para la física, lo es también para la política. La brutalidad racista y xenófoba desplegada por la administración Trump en este segundo mandato ha acabado por generar una respuesta popular de grandes dimensiones, cuyo epicentro actual se encuentra en la ciudad de Los Ángeles, estado de California.
Desde el pasado jueves 6 de junio multitudinarias manifestaciones sacuden las calles de Los Ángeles. El detonante fue la detención por parte del servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) de más de 118 migrantes en varios pueblos y ciudades de California en menos de una semana. Esto elevó drásticamente las alarmas en un estado donde alrededor del 27,3 por ciento de la población son nacidos en el extranjero y el 19,8 por ciento de los residentes nacidos en Estados Unidos tiene al menos un progenitor migrante. Algunos estimados dan que California concentra alrededor del 22 por ciento de la población migrante del país.
Los números anteriores, sumados a la brutalidad con la cual ICE ha manejado los procesos de detención a lo largo y ancho de los Estados Unidos, de lo cual se han hecho virales múltiples videos en las redes, explican la intensidad y la rapidez con la cual han evolucionado las protestas en el estado y particularmente en la ciudad de Los Ángeles. Como suele suceder en hechos de esta naturaleza, las protestas no tienen un centro de liderazgo definido y en ellas se mezclan múltiples capas de la sociedad, desde trabajadores migrantes que no aspiran a otra cosa que una vida digna, hasta vándalos y otros sectores más violentos. Sin embargo, si hay un perceptible y patente rechazo en el grueso de los manifestantes a las políticas migratorias de la actual administración.
Por supuesto, los grandes medios corporativos han priorizado la presentación de la violencia de los manifestantes, como forma de descaracterizar su lucha. En los días transcurridos, se han dado
- bloqueos de la autopista 101, importante arteria de comunicaciones en la ciudad,
- incendios de vehículos, incluyendo coches autónomos de la empresa Waymo valorados en unos 600 mil dólares la unidad
- saqueos de establecimientos comerciales
- y numerosos enfrentamientos directos con las fuerzas de seguridad
A pesar de que la policía de Los Ángeles no se ha andado con paños tibios a la hora de reprimir las protestas en la ciudad, el gobierno federal ordenó el despliegue de dos mil efectivos de la Guardia Nacional, como forma de controlar rápidamente las protestas. Esto trajo tensiones entre los gobiernos estadual y federal. El gobernador del estado de California, Gavin Newson, calificó el despliegue de “ilegal e inmoral” y anunció una demanda contra el presidente de los Estados Unidos. También denunció que intervención federal vulnera la soberanía y agrava la crisis.
Por su parte, Trump ha sido muy activo en la defensa de su decisión y en sus amenazas contra los manifestantes. Afirmó que la ciudad de Los Ángeles ha sido “invadida por extranjeros ilegales y criminales” y que los disturbios son organizados por, sorpresa, la “izquierda radical” y “alborotadores pagados”. También prohibió el uso de mascarillas en las protestas, a pesar de que son una evidente protección contra los abundantes gases lacrimógenos con los cuales han sido bombardeados por las autoridades.
Desde su red social Truth Social, Trump afirmó que la ciudad habría sido “arrasada” sin la Guardia Nacional. Y añadió:
“Tomamos una gran decisión al enviar a la Guardia Nacional para hacer frente a los violentos disturbios instigados en California”.
En la propia plataforma advirtió a los manifestantes que si continuaban escupiendo a los guardias nacionales, les pegarían “más fuerte que nunca”.
La acción represiva ha dejado un saldo de más de sesenta detenidos en pocas horas, además de una gran urbe de la costa pacífica prácticamente paralizada, con estrictas prohibiciones de reunión en el centro de la ciudad y una gran presencia de militares y policías en las calles. Sin embargo, la cobertura de los hechos en la gran prensa corporativa ha sido, cuando menos, tibia.
La crisis migratoria acentuada dentro y fuera de sus fronteras por el accionar del propio gobierno norteamericano ha llegado a un punto de colisión. Lo que está ocurriendo en California puede ser la antesala de procesos que podrían replicarse en otros estados y ciudades del país, con el gobierno respondiendo en forma similar: excesivo despliegue de la fuerza, brutalidad y criminalización de los manifestantes. Así se ahoga cualquier intento de resistencia organizada contra las inhumanas políticas migratorias de la actual administración y se oculta el costo humano del proceso, con familias fracturadas, vidas destruidas y migrantes retenidos ilegalmente en cárceles de los Estados Unidos o de terceros países, como El Salvador, cuyo gobierno ha accedido gustoso a ser cómplice de la tragedia en curso.
Para 2023, residían en Estados Unidos aproximadamente 47,8 millones de migrantes, una cifra difícil de estimar con precisión, dado el alto número de migrantes en situación de irregularidad en el país. Eso significa que, aproximadamente, un 14,3 por ciento de la población del país es migrante o de origen migrante, la cifra más alta en la historia reciente de la nación. Según DW, en 2022 y 2023 los migrantes fueron la principal causa del crecimiento poblacional en Estados Unidos.
Estos números han dado pie a teorías conspirativas sobre el “reemplazo poblacional”, que han encontrado eco en sectores de la derecha conservadora, fundamentalmente de clase media, que han visto profundamente erosionado su modo de vida en las últimas décadas.
Estos son los votantes de Trump, en los cuales su mensaje resuena con particular fuerza. Estos números también sustentan la visión de una parte de las élites nacionales, a las cuales pertenece el propio Trump, que ven Estados Unidos no solo como la vanguardia del capitalismo a nivel mundial, sino como una vanguardia blanca, conservadora y temerosa de dios, entendiendo a dios en un sentido muy propio y, en primera y última instancia, como la justificación de la supremacía imperialista del país y justificación de todo lo que haya que hacer para preservar la hegemonía.
No olvidar, como pequeño botón de muestra, que Bush hijo declaró, en su momento, estar cumpliendo una misión divina cuando invadió y destruyó numerosos países en Asia Occidental.
El racismo y la xenofobia son el combustible que alimenta las protestas en Los Ángeles y la violenta represión. Son un resultado natural de los temores raciales de una élite, que se sustenta sobre los prejuicios de parte de la sociedad y que ve en el otro la gran amenaza a controlar. Una nación multiétnica y multirracial que se niega, en el espejo del poder, a aceptar su propio rostro.