La bofetada iraní frente al puñal israelí... ¿Quién prevalecerá?
La fuerza de Irán reside en su liderazgo sabio y firme, que, si bien abarca diversas etnias y a menudo se caracteriza por los desacuerdos, es considerado uno de los más competentes del mundo.
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La bofetada iraní frente al puñal israelí... ¿Quién prevalecerá?.
La agresión traicionera sufrida por la República Islámica de Irán —especialmente en lo que concierne al asesinato de altos mandos de la Guardia Revolucionaria, además de varios experimentados científicos nucleares— podría parecer extraordinaria, capaz de infundir euforia en la entidad sionista tras este notable éxito.
Y, en efecto, este acto habría podido considerarse deslumbrante y asombroso si el Estado israeli lo hubiera ejecutado por sí solo, sin recibir apoyo alguno en inteligencia o en operaciones militares antes, durante e incluso después, al enfrentar la respuesta iraní, que, al parecer, aún se encuentra en su fase inicial.
Sin embargo, todos los indicios y señales —empezando por las declaraciones del expresidente estadounidense Donald Trump y de su administración, marcadamente sionista— confirman que "Israel" no fue más que la punta de lanza de esta ofensiva. Una coalición entera de Estados y grupos del eje del mal participó en la planificación y ejecución de esta agresión traicionera, cuyos preparativos, al parecer, se remontan al mandato del presidente saliente Joe Biden, movilizando para ello a países regionales y potencias globales, así como a grupos locales vinculados desde hace décadas a los servicios de inteligencia israelíes, estadounidenses y británicos.
En un contexto tan complejo y abierto a toda clase de escenarios, que exige sabiduría y firmeza para afrontar sus repercusiones, la República Islámica de Irán se enfrenta hoy a una serie de desafíos que no parecen menos peligrosos que los vividos tras la Revolución del Imam Khomeini (que en paz descanse). De hecho, podrían ser incluso más graves, dada la serie de transformaciones ocurridas en los dos últimos años, especialmente desde el inicio de la operación "Diluvio de Al-Aqsa".
Entre las más importantes está el "delirio" sistemático que ha sacudido a la sociedad israelí y a su dirigencia política y militar, llevándola a usar todo su arsenal militar contra cientos de miles de civiles indefensos en la Franja de Gaza. Parte de ese poder también ha sido destinado a la ejecución de planes elaborados hace más de tres décadas, principalmente la expulsión de los palestinos de su tierra, así como la alteración demográfica mediante el asesinato masivo, en particular de mujeres y niños.
Estos cambios, respaldados por todo el eje del mal mundial, que ha abierto sin reservas sus arsenales al servicio de la ocupación, además de movilizar todos sus recursos económicos, mediáticos y políticos para defender sus crímenes y masacres, sitúan la confrontación actual dentro de un abanico amplio de desafíos y peligros. Y esto se agrava con la pérdida, por parte de Irán, de algunos elementos clave de su fortaleza anterior, como el apoyo de un Estado aliado como Siria bajo el régimen anterior, así como el respaldo del Hizbullah libanés —su socio confiable— que también atraviesa una fase de recuperación tras las pérdidas sufridas al abrir su propio frente en apoyo a Gaza.
Ante estos hechos, que sitúan a Irán casi solo frente a una coalición amplia de asesinos, criminales y mercenarios, algunos creen que las posibilidades de la República Islámica de obtener una victoria —o al menos de salir con mínimas pérdidas— son escasas, y que su capacidad de acción no será suficiente para cambiar la ecuación, especialmente dado el evidente desequilibrio en la correlación de fuerzas a favor del otro bando, además de los múltiples obstáculos y crisis derivadas de más de 46 años de asedio ininterrumpido.
Sin embargo, un análisis objetivo y sereno —lejos de la propaganda mediática manipulada, que desde el inicio de la agresión ha vertido sus venenos con el fin de generar una sensación de derrota en el noble pueblo iraní y en los simpatizantes del eje de la resistencia— nos permite vislumbrar numerosos puntos de luz en este oscuro panorama. Sin duda, representan cartas de fuerza en manos del liderazgo y del pueblo iraní, capaces de contribuir a la construcción de una victoria histórica y sin precedentes para la gran nación iraní, respaldada por un sistema islámico firme que ha sabido conducir al país, a pesar de todas las dificultades, hacia puerto seguro.
En primer lugar está el gran pueblo iraní, que siempre ha sido el muro infranqueable contra el que se han estrellado todos los complots enemigos. Ante su firmeza y orgullo han fracasado todas las aventuras de los perversos y derramadores de sangre.
El pueblo de Irán es singular en comparación con otras naciones. Desde su adhesión a la revolución del Imam Khomeini (que en paz descanse), tras sacrificar la sangre de su juventud enfrentando a las criminales bandas del SAVAK, hasta la caída del régimen títere del Sha y el triunfo de una de las mayores revoluciones de la historia moderna —que inspiró a otras revoluciones y reescribió la historia regional con la consigna de rechazar la opresión, liberar pueblos y tierras, y priorizar la resistencia como única opción frente a los enemigos— este pueblo ha mantenido firmemente sus principios revolucionarios sin ceder, a pesar de las sucesivas campañas de amenazas y miedo que habrían hecho claudicar a cualquier otro pueblo hace ya mucho tiempo.
Otro factor de fuerza en Irán es su liderazgo sabio y ponderado. Aunque está compuesto por múltiples etnias y corrientes, y no está exento de divergencias y diferencias de criterio, sigue siendo uno de los liderazgos más competentes del mundo. No en vano ha sabido conducir al país en los momentos más oscuros, enfrentando con inteligencia y buena gestión un torrente de crisis fabricadas. Incluso durante los años del asedio —que para muchos auguraban tiempos de carestía— logró transformar al Estado iraní en uno de los más relevantes del mundo en múltiples campos: ciencia, medicina, cultura, defensa y también economía, que experimentó un salto cualitativo. De no haber sido por el injusto cerco, Irán sería hoy una de las naciones más ricas del planeta.
La geografía iraní también representa una ventaja estratégica. Con más de un millón de kilómetros cuadrados, su terreno variado entre montañas y valles, y sus vastos recursos naturales —hídricos, agrícolas y minerales— le confieren una posición de potencia terrestre enraizada profundamente. Esto le proporciona numerosas ventajas para afrontar agresiones externas o disturbios internos promovidos por enemigos aliados del eje del mal, como ya ocurrió en diversas etapas sin obtener éxito alguno.
Además, esa misma geografía le permite absorber cualquier ataque, incluso si es masivo y sofisticado, con mínimas pérdidas. Y no solo resistirlo, sino convertirlo en impulso para una contraofensiva capaz de revertir la amenaza y convertirla en una oportunidad para responder y frustrar los planes agresores.
A estos factores se suman otros, como el desarrollo militar y la pericia política, que no son menos importantes que los ya mencionados. Todo ello dota a la República Islámica de Irán de los elementos necesarios para enfrentar con firmeza y eficacia esta agresión, y le permite frustrar los objetivos de quienes, tras 46 años de fracasos, buscan ahora por todos los medios —apoyados en una amplia gama de capacidades y alianzas— concretar lo que no lograron antes.
Hace aproximadamente trece años, tuve la oportunidad de visitar la República Islámica de Irán para participar en una conferencia organizada en apoyo al pueblo palestino y su legítimo derecho a la autodeterminación. En aquella ocasión, me sorprendió profundamente la capacidad de este país para adaptarse a las consecuencias del bloqueo, que afectaba todos los aspectos de la vida, y la habilidad tanto del pueblo como de su liderazgo para convertir esa presión en un motor de renacimiento científico, cultural, industrial y militar sin igual, hasta convertirse en una nación que no solo igualaba, sino superaba a muchas otras de la región y del mundo.
Este gran país, con su pueblo y su liderazgo, parece casi imposible de doblegar o derrotar por una pandilla de asesinos y fabricantes de guerras. Posee todos los elementos necesarios no solo para resistir esta crisis, sino para salir de ella más fuerte, más capaz y más decidida a continuar su camino con firmeza y dignidad.