El terrorismo israelí en el Líbano refleja debilidad, no fuerza
El conflicto entre "Israel" y Líbano entró un período de transición, y los sionistas ya no creen en líneas rojas, reglas o derecho internacional: sólo creen que están luchando para evitar su destrucción como régimen.
Las acciones terroristas llevadas a cabo por el régimen de "Israel" en Líbano durante la última semana asestó golpes reales que no se pueden negar; sin embargo, deben entenderse en su contexto, y las próximas medidas tal vez definan el resultado de un conflicto ahora regional.
La detonación por parte de la entidad Sionista de miles de dispositivos de comunicación inalámbricos (buscapersonas) en todo Líbano el martes, seguida por la detonación de dispositivos walkie-talkie al día siguiente, representó un duro golpe no sólo contra la Resistencia (Hizbullah), sino también contra el pueblo libanés. La táctica terrorista fue diseñada para lograr dos objetivos: infundir miedo en la población civil y también crear caos dentro del propio Hizbullah.
Una táctica de este tipo sólo es verdaderamente útil desde el punto de vista militar si va seguida inmediatamente de una acción armada más amplia; sin embargo, los israelíes no optaron por lanzar una guerra. Por lo tanto, herir a miles y matar a decenas, tanto civiles como miembros de Hizbullah, puede interpretarse más como una puntuación para los sionistas que como un intento de golpe mortal.
De manera similar pasa con los ataques de asesinato de "Israel", ya sea el del comandante de Hizbullah, Fouad Shokor, a finales de julio, o el ataque del viernes contra funcionarios de la fuerza de Radwan: su pretensión es ganar puntos. El hecho de que decenas de civiles fueran asesinados durante estos crímenes en la capital libanesa confirma aún más este punto.
Por lo tanto, hay que considerar que las acciones del régimen sionista funcionan principalmente a nivel psicológico. El logro táctico para la entidad es el terror, la ansiedad y la sensación de pérdida de seguridad que resultan de estas acciones, lo cual es terrorismo de manual. Aunque lo que hemos presenciado recientemente durante la semana pasada puede no tener precedentes en la historia del conflicto, en términos de escala, las tácticas en sí no son nada nuevo. Esto está sacado del mismo manual que los sionistas utilizaron durante los años 1970 y 1980, específicamente en Líbano.
El hecho de que los israelíes no hayan lanzado una guerra a gran escala después de 11 meses de fuego continuo desde Líbano demuestra cuán débiles son. Incluso si analizamos lo que desencadenó la invasión israelí de 2006, Hizbullah ha superado con creces las acciones que condujeron a ese resultado y, sin embargo, los sionistas utilizan tácticas terroristas sucias para evitar iniciar una guerra total.
¿A dónde lleva esto?
Aunque no podemos restar importancia a la gravedad de lo que se ha hecho, ni socavar la pura imprudencia y criminalidad en juego, estas agresiones surgen de una situación de absoluta desesperación por parte del régimen sionista.
La gran conclusión aquí es que el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, aún no ha lanzado una guerra contra Líbano y, en cambio está aferrado a ataques furtivos y bastante imaginativos que rayan en la locura. La razón por la que no pudo lanzar una guerra integral es porque sus fuerzas son incapaces de ganar un conflicto de ese tipo, especialmente si involucra algún componente terrestre.
Si la entidad sionista quiere lanzar una invasión terrestre en Líbano, es más que probable que opte por invadir también el sur de Siria. Una guerra así sería la más costosa en la historia del régimen y podría incluso conducir a su colapso total.
A pesar de entender que una guerra con Hizbullah es imposible de ganar, también está claro que los líderes israelíes en realidad están presionando para que se produzca ese conflicto, pero bajo uno de dos escenarios: o buscan una batalla limitada, no una guerra a gran escala, o tendrán que arrastrar a Estados Unidos a un conflicto más amplio que probablemente involucre a Irán.
Para recibir el respaldo de Estados Unidos y la legitimidad de sus aliados occidentales, los israelíes necesitan que sea Hizbullah quien inicie la guerra. Es por eso que están provocando continuamente a la Resistencia libanesa, en un intento de arrinconarla y obligarla a responder de una manera que justifique el resultado deseado por "Israel".
En la mente de los líderes israelíes y estadounidenses, una guerra con Líbano tendrá que resultar en un punto muerto, lo cual sacará a Hizbullah de la ecuación cuando se trate de poner fin al conflicto con Gaza. De eso se trata la reciente agresión: de aislar los frentes.
Desde el 8 de octubre, Hizbullah ha sido una espina clavada en el zapato del régimen israelí, y le ha asestado innumerables golpes económicos, psicológicos y militares. Esto infligió una herida grave a la percepción que el público israelí tenía de su liderazgo y también hizo que la entidad sionista pareciera débil a nivel regional.
Lo que hay que entender es que esta guerra se libra tanto en el frente psicológico como en el campo de batalla. Sabiendo esto, las acciones del régimen sionista han buscado dañar la imagen de la Resistencia libanesa y de Irán para compensar el daño infligido a la imagen de fuerza israelí, ahora evaporado. Entonces, en este contexto, los israelíes están asumiendo riesgos.
Mientras tanto, la estrategia libanesa es muy clara: busca trabajar como frente de apoyo a la Resistencia palestina en Gaza y mantener una guerra de desgaste a lo largo de la zona fronteriza. Se niegan a abandonar esta misión, que está costando mucho a los israelíes y representa el único medio de presión sobre los sionistas para que se rindan en Gaza y firmen un acuerdo de alto el fuego.
Los israelíes, con el pleno respaldo de Estados Unidos, han decidido que el frente principal de su guerra será ahora Líbano. Esto se debe a su incapacidad para lograr objetivos clave dentro de Gaza.
Si observamos la invasión terrestre sionista de la Franja de Gaza, veremos que no tenían idea de lo que estaban haciendo desde el principio. Comenzaron con una amplia campaña de bombardeos mientras planteaban la idea de anexar el norte de Gaza y realizar una limpieza étnica de la población en el Sinaí egipcio. Después de esto, invadieron el Norte, sin lograr nada después de asaltar el Hospital al-Shifa en la ciudad de Gaza. Luego, asaltaron Khan Younis, junto con áreas en el centro del enclave costero asediado, afirmando en cada área que iban tras el “cuartel general de Hamas”. Después de esto, amenazaron con invadir Rafah durante unos cinco meses, tras lo cual invadieron repentinamente tras el anuncio de Hamas de que habían aceptado una propuesta de alto al fuego, el 6 de mayo.
Como era de esperar, no lograron nada en Rafah, y luego se vieron en una posición difícil, ordenando invasiones aleatorias de áreas en las que ya habían entrado y sufriendo bajas militares sin motivo alguno. Una y otra vez, se sorprendieron de que la Resistencia palestina todavía fuera fuerte y los atrajera a una emboscada tras otra.
Todo esto, mientras continuaban matando a sus propios cautivos y recibían una presión cada vez mayor de su propia población para firmar un alto al fuego con intercambio de prisioneros, lo cual llevó al público israelí a salir a las calles y exigir el regreso de sus prisioneros en Gaza.
Naturalmente, los dirigentes israelíes buscaban una nueva salida y decidieron llevar a cabo el asesinato de Fouad Shokor en Beirut, y también mataron al líder de Hamas, Ismail Haniyeh, en Teherán. Estas también fueron acciones llevadas a cabo con dos objetivos previstos: atraer a los iraníes y a Hizbullah a una guerra, además de asestar un golpe en la batalla propagandística en curso.
Este tipo de operaciones furtivas de asesinato han puesto a la Resistencia regional en una posición difícil. La Resistencia quiere apoyar a Gaza y ayudar a los palestinos a lograr una victoria estratégica, mientras poco a poco derrota al régimen israelí. Los dirigentes sionistas lo han entendido y no tienen otra manera de salir del aprieto en el que se han metido, que no sea arremeter y esperar que Estados Unidos los salve. Está claro que el régimen sionista ve esto como una crisis existencial, y lo es. Por lo tanto, quiere transformar la batalla para salir del lío en el que se encuentra.
La Resistencia ahora tiene que tomar algunas decisiones audaces y creativas. Puede seguir soportando los actos de terrorismo más escandalosos, manteniendo al mismo tiempo un frente de apoyo a Gaza y negándose a participar en una guerra total, o puede cambiar por completo la naturaleza de la guerra. No se puede lograr la disuasión contra los israelíes en este momento porque están arrinconados y no respetan ninguna regla.
Si la decisión es evitar una guerra total, habrá muchas más provocaciones y crímenes de guerra israelíes que sólo empeorarán si los anteriores no tienen respuestas significativas; sin embargo, si llegan respuestas significativas, esto probablemente justificará una guerra de agresión israelí. Es probable que los sionistas también intenten llevar a cabo más actos de terrorismo contra Irán durante este tiempo.
Como dijo el secretario general de Hizbullah, Sayyed Hassan Nasrallah, en su discurso del jueves de la semana pasada, se han cruzado todas las líneas rojas. Así que ahora queda esperar a ver qué castigos vendrán y cómo cambiará este conflicto.
De todos modos, hemos entrado en un período de transición y los israelíes no creen en líneas rojas, reglas o derecho internacional: sólo creen que están luchando para evitar su destrucción.
La OLP cometió el error de vacilar y calcular mal antes de 1982, y los israelíes esperan ver una repetición de este escenario, pero ya están militarmente agotados e incapaces de invadir Líbano, como lo hicieron en el pasado. A la luz de la naturaleza criminal de este régimen genocida, es posible que este momento de la historia sea decisivo.